El mal comienzo de la Misión Vivienda

Sábado, 29 de septiembre de 2012

Los dejo con mi columna dominical para el diario 2001.

La Gran Misión Vivienda Venezuela, el plan de construcción de viviendas para solucionar “de manera estructural” el grave déficit habitacional, fue lanzada hace ya año y medio. La humilde meta era construir 3 millones de viviendas antes del 2018. Y digo “humilde” porque entre 1999 y 2011, en un período de 12 años, el gobierno construyó alrededor de 400 mil viviendas, casi ocho veces menos que el número que se propuso construir en los próximos siete años.

¿Existe alguna posibilidad de que la misión alcance su objetivo?

Bien, hace un par de semanas el presidente anunció que este año el gobierno ya había entregado 73 mil viviendas, un número muy por debajo de las 200 mil que se propuso construir en 2012 y de las 275 mil que, según un estudio reciente, se deben construir cada año para eliminar el déficit en 15 años. El anuncio fue reproducido en tono celebratorio por todos los medios oficiales.

Bajo los estándares del chavismo, esta cifra es buena. Después de todo, entre 2000 y 2005 el promedio anual no superó las 14 mil viviendas, lo cual convierte ese período en los peores cinco años en construcción de viviendas en al menos cuatro décadas.

Pero hay un motivo para dudar de este número. El presidente, por esos mismos días, informó que la Gran Misión Vivienda ha entregado en el último año y medio (18 meses) un total de 253 mil viviendas. Esto quiere decir que, si le creemos al presidente, en los primeros nueves meses de la misión se construyeron 180 mil viviendas y en los segundos nueve meses apenas 73 mil. Una de dos: o la producción de viviendas cayó en picada estos últimos nueve meses y el presidente por alguna extraña razón lo está celebrando. O esas cifras son inexactas o simplemente fabricadas.

Asumamos, sin embargo, que el gobierno, de verdad, ha construido este año 73 mil viviendas. ¿Es esto un gran logro? Para nada, pues si se saca un promedio anual de las viviendas que se crearon entre 1979 y 1988, durante los diez años que gobernaron Luis Herrera y Jaime Lusinchi, el número de viviendas construidas asciende a casi 76 mil. Esto sin contar que en los ochenta la población y el déficit habitacional eran considerablemente menores, y que en esa década los precios del petróleo se desplomaron.

Es decir, en uno de sus mejores años, Chávez todavía no alcanza el promedio -repito, el promedio- de Luis Herrera y Lusinchi. Y esto si confiamos en sus números.

Más aún, las viviendas que sí se han construido no son, al parecer, de muy buena calidad. El presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela, Aquiles Martini Pietri, asegura que la Gran Misión no cumple con las ordenanzas municipales ni los protocolos de seguridad y calidad. Las viviendas que han construido los bielorrusos en Fuerte Tiuna, por dar sólo un ejemplo, tuvieron que ser reconstruidas o retocadas porque la mala calidad de los materiales de construcción causaron agrietamientos y desniveles.

Todo el que preste atención a estos asuntos sabe que más que solucionar el déficit habitacional, que durante la revolución chavista ha subido de 1,5 a 1,9 millones de viviendas, el motivo real de esta misión es electoral. El presidente busca repetir lo que hizo antes del Referendo Revocatorio de 2004, cuando el lanzamiento del primer grupo de misiones lo ayudó a ganar la elecciones. Por eso la misión se ha convertido en el buque insignia de la campaña y por eso miles de viviendas que no están listas están siendo adjudicadas antes de las elecciones para atar votos.

¿Está funcionando esta estrategia? Quizá lo está ayudando a mantener su popularidad, pero no a aumentarla. Porque todos las encuestas serias muestran que a pesar del gasto público másivo, que ha aumentado un 30 por ciento en 2012, la intención de voto del presidente se ha mantenido sorpresivamente estable.

Quizá los venezolanos se están dando cuenta que en muchos sentidos, incluyendo la entrega de viviendas a los sectores más pobres, el gobierno es peor que lo peor del puntofijismo.