Poder comunal

Martes, 6 de noviembre de 2012

Viviendo donde vivo, me costó escribir algo sobre Venezuela hoy. Pero ahí va:

Desde hace tiempo se rumorea que Chávez nombró como candidatos a las gobernaciones a miembros de la cúpula porque tener a personas de confianza en estos cargos facilita el proceso de demolición de la estrucutura de poder de gobernadores y alcaldes. Esta ha sido una vieja ambición de Chávez desde 2007, pero hasta ahora no ha podido cumplir esta meta, en gran parte porque la oposición se lo ha impedido.

Pues bien, esto ya no parece ser un rumor. Miren esto de El Tiempo:

En rueda de prensa el candidato Aristóbulo Istúriz reiteró, en rueda de prensa, que más que un candidato él es “un instrumento del Poder Popular para colocar la gobernación al servicio de la construcción del Estado Comunal.”

Y miren esta entrevista que le hizo El Nacional a Tarek El Aissami:

“Si algo hizo daño a Venezuela fue el proceso de descentralización..lo voy a decir con más fuerza, sin complejos: nosotros somos los candidatos de Chávez, nosotros vamos a honrar un compromiso de amor, un compromiso político, porque en Aragua los votos son de Chávez, no son míos.”

Por otro lado, el oficialismo insiste cada vez más en el tema de desplazar a los gobernadores y alcaldes por las comunas, desde el “politólogo” Nicmer Evans, al diputado Nelson Escobar a Jacqueline Faría, sin dejar fuera al resucitado Juan Barreto:

“[El estado comunal] no es una plaga, una epidemia, no es el sarampión…Hay muchos sectores que le tienen miedo al comunismo, pero eso es puras campañas, pero la gente perderá el miedo, vendrá la realización del ser, la consumación de la felicidad. Poco a poco la gente se irá integrando al comunismo.”

Ya sabemos, pues, lo que viene si el chavismo arrasa en las elecciones. La pregunta es si la oposición va a obstaculizar esta labor o le va a ceder los espacios para que logren más fácilmente sus objetivos.

Forjar otra vez el consenso

Lunes, 5 de noviembre de 2012

Esto lo escribí a finales de 2010:

En un país donde el presidente y el partido de gobierno se valen de todo tipo de trampas para desnivelar el terreno electoral, desde las inhabilitaciones y el uso abusivo de recursos y medios estatales, al gerrymandering, la intimidación, el chantaje y la discriminación, la abstención y la búsqueda de atajos son reacciones previsibles, sino naturales. Más importante aún, el argumento a favor de la participación es sumamente sofisticado, no fácil de asimilar y digerir, sobre todo en un colectivo cuyo juicio puede ser a veces nublado por una comprensible rabia, frustración e indignación producto de los abusos del gobierno. Que se haya logrado un consenso entre todas las principales fuerzas opositoras de que la participación y el voto son las mejores herramientas de lucha contra el régimen, es un logro formidable que los analistas políticos tienden a subestimar.

Recuerdo que me sentí orgulloso de escribir esa última oración. ¿Por qué? Porque era verdad. Sentía que mucha gente asumía como algo normal, no digno de ser resaltado, ese consenso que improbablemente se había forjado en torno a la importancia de la participación electoral.

Desde el 7/O hemos visto como “esa comprensible rabia, frustración e indignación producto de los abusos del gobierno” ha resquebrajado ese consenso.

¿Lo suficiente como para el chavismo arrase en las elecciones del 16 de diciembre?

Espero que no. Yo veo señales positivas, pero sin encuestas es difícil saber cuán alta va a ser la abstención.

En todo caso, volver a forjar ese consenso debe ser la primera prioridad. Esto requiere de liderazgo político.

Falsos extremos

Sábado, 3 de noviembre de 2012

La aparición de Antonio Ledezma en Aló, Ciudadano fue aplaudida por muchos. Y, aunque creo que fue buena, dijo algo que no comparto.

El alcalde metropolitano señaló que veía en el debate postelectoral dos extremos. Por un lado los radicales que piensan que hubo un fraude electrónico o que andan divulgando desaladas teorías de conspiración; por el otro las personas que hablan del CNE como si fuese un órgano imparcial. Ledezma dice no estar de acuerdo con ninguno de los dos lados.

El problema es que yo no puedo nombrar a un sólo líder, dirigente o comentarista opositor que vea al CNE como un órgano imparcial o medianamente respetable, mientras que sí puedo nombrar a muchos que andan divulgando teorías de conspiración.

A lo que quizá se refiere Ledezma es a que, inmediatamente después de la derrota, Capriles y el Comando Venezuela quizá no fueron muy hábiles articulando el mensaje; palpando el temperamento nacional y previendo de qué maneras comenzaría a ventilarse la inmensa frustración colectiva por la derrota del 7/0 (y cómo algunos oportunistas comenzarían a explotar esta frustración).

En otras palabras, el mensaje se ha podido enmarcar de otra manera, poniendo mucho más peso en las condiciones tremendamente injustas bajos las cuales se había competido; explicando porqué se había aceptado competir bajo estas condiciones; cuidándose mucho de no dar al público “la impresión” de que el terreno electoral desnivelado es una realidad que debemos aceptar como normal, etc.

Pero esto, repito, es una diferencia de forma (cómo comunicar) y no de fondo. Yo no veo una diferencia sustantiva entre la posición de Ledezma y Capriles sobre lo ocurrido el 7/O. Ambos piensan que el conteo de votos favoreció a Chávez, que la cobertura de testigos de la oposición nunca ha sido más amplia, que el CNE no hizo su trabajo, que hubo un grosero ventajismo, trampas, etc.

En cambio, si veo grandes diferencias entre Ledezma y los fraudólogos.

Por qué el 16D es tan importante

Viernes, 2 de noviembre de 2012

Leopoldo López pulsando todas las teclas correctas:

Déjenme añadir algo a los dicho por López.

Para mí la estrategia de voto y participación le ha dado claros réditos políticos a la oposición. Quizá no ha derrotado ni logrado detener la aplanadora totalitaria de Chávez, pero no queda duda de que, votando y llenando y reconquistando espacios institucionales, la oposición le ha complicado los planes al presidente.

Tomemos el ejemplo de la descentralización.

Con la reforma constitucional Chávez propuso superponer una serie de vicepresidentes regionales elegidos por él encima de la estructura de alcaldes y gobernadores. La oposición no sólo detuvo este plan mediante el voto, derrotando al oficialismo en el referéndum.

También obstaculizó nuevos intentos de centralizar el poder en la capital ganando en 2008 varias de las más importantes gobernaciones. Esas victorias electorales forzaron al gobierno a abandonar el plan de las vicepresidencias y adoptar otras estrategias más graduales para debilitar a las autoridades locales y regionales, primero despojándolas de competencias y asfixiándolas con recortes presupuestarios, y luego introduciendo la figura las comunas.

También permitieron que la oposición aprovechara la reconquista de ciertos espacios para consolidar y aumentar apoyos dentros de estos espacios, una realidad evidente que revela un análisis de los resultados de las parlamentarias de 2010 y las presidenciales del 7 de octubre. Donde sólo gobierna el oficialismo la oposición siempre tiene menos votos (y menor capacidad de ganarlos y defenderlos).

Es posible que Chávez termine haciendo todo lo que se propuso en 2007, pero la oposición, de manera pacífica, ha logrado al menos retrasar y complicar el plan totalitario de Chávez. Votando la oposición se ha mantenido en el pulso.

Nadie duda que ahora viene otro embate a la descentralización, con el asunto de las comunas.

La pregunta es si absteniéndonos vamos a dejarle el camino libre al gobierno para que acabe con las alcaldías y gobernaciones o vamos a seguir cerrándole el paso a este plan como lo hemos hecho durante cinco años, quinquenio durante el cual el gobierno simplemente no ha podido llevar a cabo su plan de eliminar estas importantes trincheras de resistencia democrática.

La MUD y sus críticos

Jueves, 1 de noviembre de 2012

Hay algo curiosamente inconsistente en esta nueva ola de ataques a la MUD. Ya lo he sugerido antes, pero creo que no he sido suficientemente claro.

La principal crítica que se le hace a la MUD es no haber luchado más por condiciones electorales justas; por aceptar el ventajismo y las trampas de todo tipo que caracterizaron el proceso electoral. Bajo este escenario era sencillamente imposible ganar. Y la MUD, dicen, es culpable de llevarnos a todos como corderos al matadero.

El problema es que todo esto se sabía desde antes del 7 de octubre. Todo lo que se dice hoy sobre el ventajismo y las trampas era conocido antes de las elecciones. ¿Por qué entonces muchos de los que reclaman hoy no fueron tan duros con la MUD antes del 7/O? ¿Por qué abrigaron la esperanza de un triunfo y algunos incluso cayeron en el triunfalismo?

Si lo que dicen ahora sobre la MUD es cierto, y la victoria siempre fue imposible, ¿no cometieron ellos el mismo error que ahora atribuyen a la MUD? Y, si ese es el caso, ¿por qué son tan duros ahora con la unidad?

Alek Boyd, por ejemplo, pensaba antes de las elecciones que la oposición no podía ganar bajo las actuales condiciones. Pero lo dijo. Jamás abrigó la más mínima esperanza de triunfo y tuvo la valentía de expresar su opinión cuando las corrientes de opinión fluían poderosamente en su contra. Lo mismo no se puede decir del resto, un grupo que nadó con la corriente de optimismo que desató la campaña de Capriles, pero luego, cuando cruzaron la línea del 7 de octubre, se salieron del río y comenzaron a criticar a los que hasta hace poco nadaban en la misma dirección que ellos. ¿Por qué? ¡Por aceptar lo mismo que ellos estaban aceptando antes de las elecciones!

Ahora bien, no quiero decir con esto que suscribo las opiniones de Alek. Sigo pensando, por razones que he explicado varias veces, que la participación electoral, incluso bajo condiciones tremendamente injustas, era y sigue siendo nuestra mejor opción.

También pienso que antes de las elecciones la oposición nunca había estado en un mejor punto.

Sólo quiero resaltar que los nuevos críticos de la MUD no han sido consistentes como Alek. Al contrario, de la mayoría se desprende un tufillo oportunista.