Jueves, 13 de diciembre de 2007
La mañana del 3 de diciembre, después de pasar unas semanas en las que el tema de la política venezolana, ya bastante dominante en mi vida, monopolizó mi mente al extremo que me costaba abrir la boca sin hablar de Hugo Chávez, decidí, por el bien de mi matrimonio, apartarme del tema por unos días. Pero el retiro voluntario no duró mucho. Porque a los dos días, en una rueda de prensa convocada por el Alto Mando Militar, el presidente volvió con uno de sus desplantes, empujándome otra vez a ese estado de crispación en el que Chávez ha hundido al país durante los últimos nueve años.
El motivo inicial de esta vulgar rueda de prensa era desmentir un rumor que corría por Caracas desde el día del referendo y que el periodista de El Nacional, Hernán Lugo-Galicia, confirmó en un reportaje que, según me informó él mismo, cuenta con varias fuentes primarias (gente que estuvo allí). El reportaje básicamente dice que Chávez no quería reconocer la derrota hasta que el Consejo Electoral no totalizara las actas, labor que podría tomar cuatros días y desatar una ola de violencia. Pero que luego, en parte por la presión de un general en Fuerte Tiuna y unos militares de Maracay cercanos al ex ministro de Defensa, y ahora opositor del gobierno, Raúl Isaías Baduel, Chávez entendió que “era inconveniente postergar la agonía.” Es decir, una de las implicaciones del reportaje es que la Fuerza Armada contribuyó a que Chávez aceptara la derrota.
Desde que estalló el escándalo del “hombre del maletín,” después de que autoridades aduaneras en Argentina incautaran al empresario venezolano Guido Antonini Wilson un maletín con 800 mil dólares, han surgido una cantidad de informaciones que vinculan al empresario con funcionarios públicos. Sabemos que en los últimos dos años Antonini Wilson hizo varios viajes a Argentina y Uruguay en los que se hospedó en habitaciones de hotel pagadas por Petróleos de Venezuela. Sabemos que el empresario tenía (¿tiene?) inversiones en PDVSA, y sabemos que es asesor de la vicepresidencia de Venoco, empresa petroquímica que para sobrevivir –nos lo dijo su presidente– necesita estar de buenas con el gobierno. También sabemos que es socio de dos personajes sospechosos, Wladimir Abad y Franklin Durán, uno con contratos millonarios con una de las misiones de Chávez, y el otro enredado en un escándalo relacionado a una compra de armas del gobernador chavista de Cojedes.