¿Comienzo del fin?

Jueves, 13 de diciembre de 2007

M1-1793918309--253x190La mañana del 3 de diciembre, después de pasar unas semanas en las que el tema de la política venezolana, ya bastante dominante en mi vida, monopolizó mi mente al extremo que me costaba abrir la boca sin hablar de Hugo Chávez, decidí, por el bien de mi matrimonio, apartarme del tema por unos días. Pero el retiro voluntario no duró mucho. Porque a los dos días, en una rueda de prensa convocada por el Alto Mando Militar, el presidente volvió con uno de sus desplantes, empujándome otra vez a ese estado de crispación en el que Chávez ha hundido al país durante los últimos nueve años.

El motivo inicial de esta vulgar rueda de prensa era desmentir un rumor que corría por Caracas desde el día del referendo y que el periodista de El Nacional, Hernán Lugo-Galicia, confirmó en un reportaje que, según me informó él mismo, cuenta con varias fuentes primarias (gente que estuvo allí). El reportaje básicamente dice que Chávez no quería reconocer la derrota hasta que el Consejo Electoral no totalizara las actas, labor que podría tomar cuatros días y desatar una ola de violencia. Pero que luego, en parte por la presión de un general en Fuerte Tiuna y unos militares de Maracay cercanos al ex ministro de Defensa, y ahora opositor del gobierno, Raúl Isaías Baduel, Chávez entendió que “era inconveniente postergar la agonía.” Es decir, una de las implicaciones del reportaje es que la Fuerza Armada contribuyó a que Chávez aceptara la derrota.

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Los dos caminos

Viernes, 26 de octubre de 2007

Algunos abstencionistas parecieran asumir que los que promueven la participación en el referendo para la reforma son unos ingenuos, porque no se dan cuenta de que en Venezuela no se vive en una democracia y de que es imposible ganar unas elecciones con un árbitro parcializado que permite, entre otras cosas, la manipulación del registro electoral, el ventajismo, la discriminación, y además está dispuesto, si las circunstancias lo exigen, a modificar una votación para favorecer al gobierno. Para ellos, el corazón del debate no pareciera ser lo que puede ganar la oposición con la abstención, sino si la reforma requiere de una Asamblea Constituyente o si Chávez y el Consejo Nacional Electoral hicieron trampa en el referendo revocatorio y los demás procesos electorales.

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Sobre la abstención

Martes, 16 de octubre de 2007

Los que promueven no participar en el referendo para aprobar o no la reforma de la Constitución esgrimen argumentos sólidos. Dicen, en primer lugar, que la reforma es inconstitucional y que los cambios que busca el presidente Chávez son tan fundamentales que sólo pueden hacerse a través de una Asamblea Constituyente elegida por el pueblo. También dicen que la oposición no cuenta con garantías suficientes de que el proceso electoral será justo y transparente.

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Profecías de Orwell

Martes, 28 de agosto de 2007

george-orwellDesde que estalló el escándalo del “hombre del maletín,” después de que autoridades aduaneras en Argentina incautaran al empresario venezolano Guido Antonini Wilson un maletín con 800 mil dólares, han surgido una cantidad de informaciones que vinculan al empresario con funcionarios públicos. Sabemos que en los últimos dos años Antonini Wilson hizo varios viajes a Argentina y Uruguay en los que se hospedó en habitaciones de hotel pagadas por Petróleos de Venezuela. Sabemos que el empresario tenía (¿tiene?) inversiones en PDVSA, y sabemos que es asesor de la vicepresidencia de Venoco, empresa petroquímica que para sobrevivir –nos lo dijo su presidente– necesita estar de buenas con el gobierno. También sabemos que es socio de dos personajes sospechosos, Wladimir Abad y Franklin Durán, uno con contratos millonarios con una de las misiones de Chávez, y el otro enredado en un escándalo relacionado a una compra de armas del gobernador chavista de Cojedes.

Sin embargo, ninguna de estas informaciones hacía falta para que el gobierno venezolano reaccionara con inmediatez y contundencia ante lo sucedido en el aeropuerto de Buenos Aires. Sólo bastaba el comunicado de Enarsa, en el que la estatal argentina informó que en el avión alquilado por ellos no sólo iban Guido Antonini Wilson y funcionarios de la empresa, sino también tres empleados de PDVSA y el hijo de diecinueve años de Diego Uzcátegui, vicepresidente de esta compañía. Sólo bastaba saber que, según la estatal argentina, fue el hijo de Uzcátegui el que abusó de la buena fe de los funcionarios de Enarsa y montó en el avión a Antonini Wilson. Sólo esas dos informaciones bastaban para que el gobierno venezolano abriera inmediatamente una investigación y pidiera en voz alta la renuncia de Uzcátegui y los tres funcionarios que iban en el avión con el hombre del maletín.

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Chávez, Gramsci y el puntochavismo

Lunes, 18 de junio de 2007

Ha ocurrido varias veces que la prensa nacional e internacional no repara en declaraciones verdaderamente impresionantes de Hugo Chávez. Algunos le echan la culpa a los periodistas, que muchas veces carecen de criterio, pero siendo un poco más comprensivo con los que, como yo, ejercen esta difícil profesión, pienso que hay una mejor manera de articularlo: en los largos discursos de Chávez ese tipo de declaraciones son tan frecuentes que algunas inevitablemente se escurren por las grietas antes de incorporarse al discurso mediático. Además, como esos borrachos que macerados en alcohol han perdido la capacidad de embriagarse, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de asombro con las balandronadas del presidente. Lo común deja de ser noticia.

¿A qué viene esta reflexión? A que en un mitin del pasado 2 de junio Chávez proclamó “grandes mentiras” conceptos fundamentales de la Constitución como la separación de poderes, la alternabilidad y la representación como fundamento de la democracia. Esta declaración no es una revelación, porque desde su advenimiento en 1998 Chávez ha hecho un esfuerzo sistemático, y en gran parte exitoso, por eliminar los contrapesos esenciales para cualquier democracia. Pero, así y todo, el carácter explícito de esta declaración merecía al menos una reseña. Después de todo, Chávez fue el que en 1999 centró su proyecto político en esa Constituyente que luego consagró como “principios fundamentales” en una nueva Carta Magna esos conceptos que él ahora califica como grandes mentiras.

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