Lunes, 15 de febrero de 2010
A Chávez se le han acumulado los problemas. Una crisis eléctrica que no tiene solución rápida y podría costarle a la nación un 8 por ciento de su PIB en 2010. Una inflación que podría alcanzar este año el 50 por ciento. Una alta criminalidad. Mellados ingresos petroleros. Racionamientos de agua. Una decreciente popularidad (la más baja desde 2004). Un número cada vez mayor de protestas. Y todo esto en un año en el que se van a celebrar elecciones parlamentarias.
Entre los que se oponen a Chávez, hay un justificado optimismo en torno a las elecciones de septiembre. La etapa en la que el gobierno podía más o menos camuflar su incompetencia con petrodólares pareciera haber llegado a su fin.
Sin embargo, hay que andar con cuidado y no caer en triunfalismos. Pues los desafíos que confronta la Alternativa Democrática también son considerables. Y para superarlos -y se pueden superar- la primera tarea es reconocerlos:
1) La popularidad de Chávez sigue siendo alta. Un 50 por ciento de popularidad no está nada mal para un presidente, sobre todo si se consideran dos factores. En primer lugar, Chávez lleva ya once años en el poder. El desgaste debería ser ya mucho mayor. En segundo lugar, la popularidad de la oposición también ha caído. Según el más reciente sondeo de Hinterlaces, el 27 por ciento de la población se considera “chavista” y el 14 por ciento “opositor” (el resto se considera independiente). Todos los partidos de oposición suman apenas el 9 por ciento de popularidad. Es cierto que en el alto porcentaje de independientes debe haber muchos opositores que expresan su frustración con el liderazgo opositor declarándose independiente (lo cual no quiere decir que, a la hora de la verdad, votarían por el oficialismo). También es cierto que es más fácil para un candidato no chavista desligarse del brand “oposición” que para un candidato chavista desligarse de Chávez. Pero, de igual modo, el apoyo popular a Chávez sigue siendo alto.
(Pregunta clave: ¿Cómo puede la Alternativa Democrática atraer el voto independiente y capitalizar el creciente descontento con el gobierno?).
2) El gasto. Antes de la devaluación, ya Chávez tenía dinero para gastar masivamente en la campaña electoral. Mientras que en 2009 la presidencia tuvo un presupuesto de 209 millones de dólares (más créditos adicionales por otros 20 millones), en 2010 dispondrá de 1504 millones de dólares, un aumento neto de 638 por ciento, que rondaría 500 por ciento si se considera la inflación.
De esta suma, 1287 millones están destinados a financiar programas sociales.
A este monto se deben sumar no sólo los bolívares extra de la devaluación, también los bonos adicionales que pagarán las petroleras extranjeras en el otorgamiento de concesiones para explotar el Bloque Carabobo de la Faja del Orinoco.
Estos bonos ascienden a los 1500 millones de dólares, casi el mismo monto asignado a la presidencia en el presupuesto 2010, y una parte podría ser utilizada para la campaña.
Chávez, además, cuenta con la infraestructura de las misiones (y ahora con la de los hipermercados Éxito y los supermercados Cada) para repartir este dinero, además de una nomina estatal que ha aumentado durante su gobierno en un 70 por ciento, superando los 2,3 millones de personas (una porción considerable del electorado).
El 15 de enero el presidente anunció dos aumentos del sueldo mínimo este año, uno del 10 por ciento y otro del 15 por ciento. El primero se hará efectivo a principios de marzo y el segundo el primero de septiembre, 25 días antes de las elecciones.
Este gasto, claro, podría no ser suficiente para compensar por los graves problemas que confronta el país, incluyendo la altísima inflación y los racionamientos de electricidad. Pero no se debe subestimar la estrategia de Chávez de regalar lavadoras y subsidiar alimentos por un lado, y por el otro culpar a los oligarcas y los especuladores de la subida de precios, la crisis eléctrica, etc.
(Pregunta clave: En las elecciones regionales el alcalde de Sucre, Carlos Ocariz, fue sumamente creativo combatiendo el gasto del oficialismo inventando el eslogan de la Misión Agarre: “Agarre su lavadora y vote por Ocariz.” De ese modo Ocariz desnudó la intención claramente electoral y manipuladora del gasto gubernamental. ¿De qué otras maneras creativas la Alternativa Democrática puede combatir la desventaja en el gasto electoral?).
3) Gerrymandering, inhabilitaciones, intimidación, etc. A través del Consejo Nacional Electoral, el gobierno ya anunció modificaciones en las circunscripciones electorales para injustamente maximizar el número de escaños por número de votos. Es posible, por ejemplo, que el gobierno gane con el 50 por ciento de los votos el 60 por ciento de los escaños de la Asamblea Nacional.
A esta trampa se podrían sumar otras sucias triquiñuelas, algunas de las cuales ya son prácticas comunes del oficialismo en los procesos electorales. Podría haber más inhabilitaciones de candidatos opositores con opción de triunfo. Podría haber esfuerzos de intimidación en el sector público (que, como dije, supera los 2 millones de empleados). Podría haber un cierre de Globovisión o presiones para que cambie su línea editorial. Y también acciones para marginar las pocas fuentes de financiamiento de los candidatos opositores.
Si hay testigos opositores en la mesa, el gobierno no puede cometer en el conteo de votos un fraude masivo que pase por desapercibido. Pero antes de la votación tiene la capacidad de perpetrar una miríada de pequeños fraudes.
(Preguntas claves: ¿Qué se está haciendo ya para asegurar que en todas las mesas electorales haya testigos de la Alternativa Democrática? ¿Cómo se pueden aprovechar las trampas del gobierno para atraer el voto independiente? ¿Vale la pena enfocarse más en estas trampas que en la crisis económica, de electricidad, etc?).
Un último punto. Gracias al gasto masivo, el gerrymandering y otras trampas, es probable que el oficialismo gane las parlamentarias. Peor aún: es probable -ya Chávez mismo ha hecho alusiones casi explícitas– que el oficialismo convierta a la Asamblea Nacional es un cascarón vacío, gane o pierda las elecciones.
¿Vale la pena, entonces, que la oposición compita en unos comicios repletos de pequeños fraudes que, todos sumados, puedan marcar la diferencia entre una victoria y una derrota? ¿Vale la pena competir cuando es probable que el gobierno le quite poderes al Congreso, como ya lo hizo con la Alcaldía Metropolitana?
La respuesta a esta pregunta es otra pregunta. ¿Cuál es la alternativa? ¿La protesta mediante la abstención que tan pobres resultados dio en las pasadas elecciones legislativas? ¿La lucha armada? La única opción razonable que tiene la oposición es hacer todo lo posible para 1) seguir erosionando la popularidad del presidente; 2) ganar y no ceder espacios en la estructuras de poder para hacerle difícil al presidente seguir avanzando en su proyecto totalitario; y 3) seguir desnudando ante la población el hecho de que este gobierno es perfectamente capaz de contrariar e irrespetar la voluntad popular.
Las legislativas son una perfecta oportunidad para avanzar en estos tres frentes. Así no se gane la mayoría en la Asamblea Nacional, cualquier avance debe ser visto como positivo. La Alternativa Democrática debe ser vista como un David que, poquito a poquito, y empecinadamente, va debilitando al gigante autoritario, a veces avanzando, a veces retrocediendo para luego volver a avanzar. Las elecciones no deben ser percibidas como un evento en el que se va a ganar o perder la democracia en el país, sino como un evento en el que las fuerzas democráticas, una vez más, van a demostrar que aquí no va a ser nada fácil implantar una dictadura.
Más sobre este tema:
- La renovación. Cómo atraer el voto independiente.
- Combatiendo el discurso. Algunas ideas sobre cómo debilitar la narrativa chavista.
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