¿Por qué se deben reconocer las elecciones en Honduras?

Viernes, 4 de diciembre de 2009

honduras-flagUnas cuantas reflexiones sobre los puntos que están al centro del debate sobre si reconocer o no las elecciones en Honduras.

1) Falta de una mejor opción. Este es quizá el principal argumento para reconocer las elecciones. Pues ¿qué otra opción realista hay? ¿Devolver a Manuel Zelaya al poder y organizar otro proceso electoral en cuatro o cinco meses? ¿Decirle al electorado de Honduras (cuyo nivel de abstención fue más o menos igual al de las pasadas elecciones) que su voto será anulado y que debe volver a votar en unos meses en un proceso cuyo resultado (presidencial) muy probablemente va a ser el mismo? ¿Y qué pasa si en estas segundas elecciones no ganan los mismos candidatos para alcaldes y diputados? ¿Alguien ha pensado en la crisis que esta situación crearía? No he escuchado a ninguna voz crítica planteando una alternativa realista al reconocimiento de las elecciones. Ni siquiera debatir si es una posibilidad real convencer al nuevo gobierno (que no es culpable de la expulsión de Zelaya) de que se debe repetir el proceso electoral bajo la autoridad del presidente depuesto.

Esto no quiere decir, sin embargo, que la comunidad internacional debe abandonar sus esfuerzos para que el presidente electo forme un gobierno de unidad nacional, considere la posibilidad de una Asamblea Constituyente y otorgue una amnistía a Zelaya (como los culpables del golpe no serán castigados bajo este gobierno, lo justo sería también absolver a Zelaya).

2) El argumento de Oscar Arias. Honduras es el segundo país más pobre de América Latina, después de Haití. Como al resto de Centroamérica, la crisis económica mundial ha golpeado al país más fuerte que a otros países de la región. Las remesas provenientes de Estados Unidos, que son un cuarto del PIB, caerán alrededor del 12 por ciento este año. La economía podría contraerse en un 4.5 por ciento. Aproximadamente un 20 por ciento del presupuesto está conformado por la ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea (congelada después del golpe). El domingo muchos hondureños probablemente acudieron a las urnas buscando una salida a la crisis política con la esperanza de una mejora económica. No es justo castigarlos prolongando las sanciones.

3) Aceptar los resultados es aceptar que los golpistas no serán castigados. Sí. Esa es la triste realidad. Y lo iba a ser también con el acuerdo de San José propuesto por Oscar Arias, pues éste proponía una amnistía para los protagonistas de la crisis, incluyendo Micheletti y Zelaya. El problema con este argumento es que flota en una esfera conceptual divorciada de la realidad política. El Congreso, el Tribunal Supremo y prácticamente todas las instituciones de Honduras apoyaron el golpe. Así Zelaya hubiese sido restituido, lo golpistas muy probablemente no hubiesen pagado por sus errores.

4) El reconocimiento deja un pésimo precedente sobre el compromiso hemisférico con la democracia. Me impresiona como, cuando se cita este argumento (sobre todo con relación a Estados Unidos), se eliminan todos los matices de la crisis. Es decir, aceptar el resultado de las elecciones equivale a ponerse del lado de Micheletti, aceptar un golpe de Estado y mandarle un mensaje a los demás golpistas que Estados Unidos aceptará asonadas militares. Reconocer las elecciones es visto por algunos como poco menos que un regreso a la época en que Estados Unidos apoyaba dictadores sólo para repeler la influencia de la Unión Soviética en la región (ver este artículo).

Lo cierto es que Estados Unidos condenó rotundamente el golpe. Luego hubo una presión real para que se restituyera a Zelaya. Se canceló ayuda para Honduras, se revocaron visas, se amenazó con no aceptar los resultados, etcétera. Según un reporte de prensa, Micheletti le dijo a un amigo que Hillary Clinton tenía un vocabulario limitado, pues lo único que sabía decir era “restitución de Zelaya.” ¿Se dejó manipular Estados Unidos con el acuerdo de Tegucigalpa-San José? Quizá. ¿Pudo ser la presion mayor o más efectiva? Quizá. Pero la culpa no debe recaer sólo en Estados Unidos. También en Brasil, México y la OEA (que cometió más errores que Estados Unidos durante la crisis).

Otra crítica común a Estados Unidos es que, reconociendo las elecciones, tomaron una decisión contraria a la de la mayoría de los países del hemisferio. Obama se comportó como Bush y le dio una patada al multilateralismo. Este argumento es injusto. Esta mayoría que se negó a reconocer las elecciones es la misma mayoría que, en la pasada Cumbre de la Américas, criticó agresivamente el embargo de Estados Unidos a Cuba sin siquiera hacer mención del tema de las faltas de libertades políticas y económica en la isla. Es también la mayoría que, en una reunión de UNASUR a finales de agosto, armó una algarabía por el acuerdo entre Estados Unidos y Colombia sobre el uso de bases militares y no dijo nada sobre los lanzacohetes del ejército venezolano que la fuerza armada colombiana incautó a los terroristas de las FARC. Y es la misma mayoría que, poco después de que estallara la crisis en Honduras, escuchó en silencio a Raúl Castro doctorando sobre democracia.

A veces lo importante no es actuar en grupo, sino tomar la decisión correcta. Además, no estamos hablando de una invasión a Iraq. Se trata simplemente de darle el visto bueno a unas elecciones.

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