Obama y Cuba

Martes, 13 de abril de 2010

Hace como seis meses escuché a un analista en un foro diciendo (cito de memoria):

“¿Pensó Obama que Castro liberaría a los presos políticos? ¿Pensó que, levantando restricciones a las remesas y los viajes familiares, Cuba comenzaría a implementar reformas políticas y económicas? ¿Pensó que estos cambios no habían ocurrido por culpa de Estados Unidos? Espero que no. Porque, de lo contrario, tenemos gente en la Casa Blanca que han vivido en la luna los últimos cincuenta años de dictadura castrista.”

El año pasado, después de tomar alguna medidas unilaterales para señalar su disposición a cambiar la naturaleza de la relación con Cuba, Obama dijo que “la pelota se encontraba en la cancha de Cuba,” sugiriendo que le tocaba a la dictadura castrista hacer un gesto -como liberar a algunos presos políticos- para que se pudiera avanzar en la normalización de la relaciones.

La movida me pareció torpe.

Aunque apoyo un cambio en la política de Estados Unidos hacia Cuba (que incluya el eventual levantamiento del embargo), pensé que Obama debía proceder unilateralmente, y sin mucho ruido.

Condicionando la apertura en las relaciones a la voluntad de los Castro, Obama sólo lograría poner en evidencia la falta de colaboración por parte de Cuba, lo cual le daría municiones a sus adversarios para bloquear cualquier cambio.

Sin embargo, a diferencia del analista que cité arriba, pensé que el error era una mera torpeza -y no una movida ingenua.

Pero luego, unos meses después, leí un artículo en The Economist sobre cómo los esfuerzos para normalizar las relaciones entre ambos países parecen haber llegado a una calle ciega. La revista cita a un funcionario del Departamento de Estado norteamericano diciendo: “Hicimos un gran esfuerzo inicial, pero no recibimos nada de vuelta.”

Y este fin de semana leí en El País que Hillary Clinton declaró que el gobierno de Obama ha hecho algunas aproximaciones al régimen al permitir viajes familiares y más oportunidades de negocio para los productos agrícolas, y también ha dialogado sobre asuntos de interés común como la migración y el tráfico de drogas, pero no ha obtenido la respuesta esperada por parte de La Habana.

Implícito en el mensaje de Clinton está que el juego está otra vez trancado por culpa de Cuba.

¿Pensó Obama, de verdad, que el gobierno de los hermanos Castro iba a colaborar? ¿Fue realmente tan ingenuo?

En sus declaraciones a El País Hillary Clinton dijo que siempre que se ha intentado un acercamiento a Cuba el régimen intenta obstaculizarlo. Recordó que cuando Bill Clinton estaba en la Casa Blanca y quiso hacer algunas aperturas, Castro ordenó que sus militares derribaran dos pequeños aviones sin armas procedentes de Miami que arrojaban panfletos. Aseguró que lo mismo ha ocurrido ahora con el contratista Alan Gross, que fue detenido hace poco por supuesto espionaje cuando distribuía en La Habana ordenadores portátiles, móviles y otros equipos tecnológicos.

Clinton no se equivoca. Pero ¿por qué entonces Obama ha condicionado la apertura de las relaciones con La Habana a lo que haga o no haga la dictadura? Si de verdad se quiere cambiar la política hacia Cuba, y se sabe de antemano que los Castro no van a colaborar, ¿por qué no actuar unilateralmente?

Más aún, si van a dejar que Cuba tranque el juego tan fácilmente, ¿hay una diferencia mayor entre las políticas de Bush y de Obama hacia la isla?

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