Viernes, 13 de julio de 2012
NYT publicó un buen reportaje documentando el efecto del gasto público -específicamente en vivienda- en las preferencias electorales de personas de carne y hueso.
No hay nada que no sepamos ya, pero siempre es bueno recordar, a través de casos concretos, cómo el gasto se transforma en votos.
Lo trágico es que nadie puede culpar a los más necesitados de votar por Chávez por recibir una casa o una pensión. La necesidad extrema y la desesperación tienen el poder de reducir las preferencias y lealtades políticas de cualquier persona a “me ayudó o no me ayudó.”
Ahora bien, lo datos más confiables que tenemos nos indican que el apoyo a Chávez se ha mantenido sorpresivamente estable, a pesar del masivo incremento en el gasto.
¿Qué está pasando?
Pienso que hay tres posibles explicaciones.
La primera es que los datos confiables que tenemos no son tan confiables.
La segunda es que el gasto ha sido ineficiente en términos electorales. Chávez está gastando en sectores que ya iban a votar por él 0 después de años de inflación, escasez, inseguridad y deterioro en los servicios públicos el gasto no tiene el efecto que solía tener.
La tercera es que el gasto le ha servido a Chávez no para subir en las encuestas, sino para mantenerse en lugar donde está. Es decir, si no fuese por el gasto Chávez estaría por debajo de Capriles.
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