Viernes, 16 de noviembre de 2012
Siempre tengo en mi escritorio alguna novela de un gran escritor para no olvidar que es de verdad escribir bien. Antes de comenzar a trabajar, o en los descansos, leo un puñadito de páginas.
Últimamente he esto releyendo I married a communist de Philip Roth.
Y en esta novela, a través del protagonista Ira Ringold, Roth ilustra un punto importante.
Muchas veces el comunismo se origina en parte de un impulso humano básico: la proclividad del hombre a encontrar o singularizar un culpable de una situación que causa en él una profunda y justificada indignación y frustración. Esta indignación y frustración se ventila transformándose en ira o cólera dirigida hacia ese “escogido” culpable.
Esa necesidad de señalar un culpable, y ese natural proceso mediante el cual la indignación se transforma en ira dirigida hacia el culpable, anula razones, argumentos y consideraciones importantes, sobre todo si estos debilitan el caso contra el foco de la cólera. Es decir, el dedo apuntando agresivamente se transforma en una especie de religión.
En el caso de los comunistas el culpable es el capitalismo, la manera como la sociedad está organizada entre explotadores y explotados, la clase explotadora. Pero este impulso también ayuda a explicar otros fenómenos como el antiamericanismo.
No quiero decir que muchas de las críticas al capitalismo y a Estados Unidos no sean válidas. Simplemente en ambos casos uno observa como la necesidad de señalar, de encontrar a un gran culpable por algo que justificadamente causa indignación, lleva a muchos a reducir a una narrativa simple y engañosa una muy compleja realidad. Y el resultado puede ser desastroso.
En una escena de I married a communist, Ira Ringold le cuenta a Nathan, el narrador, sobre su experiencias militares en Irán, donde pudo ver cómo los más pobres de ese país vivían en míseras condiciones, lavándose las manos y bañándose en las mismas aguas donde orinaban y defecaban y cosas por el estilo. Al final Ringold dice:
But there was nothing I could do about it. In the army there is no democracy. Y’ understand? You don’t go telling anybody higher up. And this had been going on for God knows how long. This is what the world is. That’s how people live….This is how people make them live.
Qué maravilla de párrafo. Aquí Roth demuestra en pocas oraciones como la profunda indignación (“This is how the world is”) se desfoga mediante la asignación de un culpable a quien Ringold dirige toda esa indignación transformada en ira (“This is how people make them live”). ¿Y a quién está culpando Ringold? Si uno ha leído el resto de la novela uno sabe que se refiere a la clase explotadora, al capitalismo, a una sociedad organizada de una manera que beneficia a la clase explotadora y perjudica al resto; a esos pobres que ellos hacen bañarse en el agua donde orinan. Ese “hacen” (make) es la clave del párrafo de Roth.
A mí no deja de asombrarme la posibilidad que este impulso humano básico pudo haber tenido un papel importante como carburante de la expansión mundial del comunismo. Recuerden que este el mismo impulso que nos lleva a culpar injustamente a la señora que limpia cuando no encontramos las llaves o la cartera.
¿A qué viene esta reflexión?
A que algo similar veo en los nuevos críticos de la MUD. Una profunda frustración por la derrota del 7/O que se desfoga mediante la asignación de un culpable (la MUD) a quien se dirige erradamente toda esa frustración transformada en ira.
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