El reto de evaluar una campaña

Martes, 13 de noviembre de 2012

¿Fue buena la campaña de Capriles?

Desde el 7/O muchos han tratado de responder esta pregunta. Y de ambos lados uno escucha argumentos convincentes, o mejor dicho, argumentos que pudieran ser ciertos.

El problema es que muy difícil saberlo a ciencia cierta.

Porque la realidad es que evaluar una campaña es extremadamente complejo, porque su éxito o fracaso depende de muchos factores, algunos muy difíciles de medir. No sólo eso: los factores que hacen una campaña exitosa no pueden evaluarse aisladamente, sin tomar en consideración como la otra campaña afectó estos factores.

El mensaje de Capriles, por ejemplo, fue enfocado y consistente. Pero ¿cómo sabemos que ese era el mensaje indicado para el grupo de personas que se requería convencer para inclinar la votación a nuestro favor? Más aún, quizá podemos determinar mediante focus groups que ese era el mensaje indicado. Pero ¿cómo sabemos que ese era el mensaje indicado frente al mensaje de Chávez? ¿Cómo sabemos que María Corina Machado no tenía razón diciendo que “en combatir populismo con más populismo Chávez es imbatible? ¿O cómo sabemos que el discurso de Capriles era nuestra mejor opción y que con cualquier otro discurso la votación a favor de la oposición hubiese sido mucho menor?

La realidad es que estas preguntas son muy, muy difíciles de responder en cualquier país. Pero más aún en Venezuela, donde el terreno electoral está tan desnivelado. Es perfectamente posible que Capriles hubiese derrotado a Chávez en un terreno electoral un poco más nivelado. Y, de haberlo hecho, todos hubiésemos pensado que su campaña fue estupenda. Nadie la estuviese cuestionando.

Evaluar una campaña es como evaluar el desempeño de un padre. A un hombre bueno le puede salir un hijo drogadicto, pero es difícil determinar su grado de culpabilidad. Ha podido tener una buena cuota de responsabilidad, pero es difícil determinarlo porque muchos otros factores que no están relacionados a su desempeño como padre entran en juego. E incluso los aspectos que sí están relacionados a su desempeño son difíciles de medir o de asignarles un peso específico.

Es cierto que a veces las señales son obvias. Si el padre le pega a sus hijos, se divorcia, se emborracha todos los días, es más fácil determinar responsabilidad. Igualmente, un candidato puede cometer errores muy grandes y obvios que nos permiten evaluar más fácilmente si la campaña fue buena o mala.

Pero en muchos casos no tenemos señales claras para emitir un juicio responsable.

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