Sábado, 6 de octubre de 2012
Quizá el más notable atropello jurídico en el caso Econoinvest es la imputación a sus directores por ilícitos cambiarios: la comercialización de divisas a través de operaciones permuta con Títulos de Interés y Capital Cubierto (TICC). Esta imputación es totalmente absurda porque, siendo los TICC títulos valores, las operaciones estructuradas con dichos títulos estaban exceptuadas por la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios. No eran consideradas delito.
El Mundo hace poco narró una surreal escena que se llevó a cabo durante el juicio, en la que el fiscal negó lo innegable:
El fiscal miró su presentación y reanudó sus explicaciones, resumió lo ya dicho, pasó unas láminas más, para entrar luego en materia jurídica. La ley Contra Ilícitos Cambiarios anterior, su artículo nueve, que indicaba cuáles eran los ilícitos cambiarios, y su salvedad.
“Se exceptúan las operaciones con títulos valores”, dice esa última línea del artículo nueve de la Ley contra Ilícitos Cambiarias que estuvo vigente hasta mayo de 2010.
Pero para el fiscal la norma no era suficientemente específica, el hecho de que la excepción no definiera cuál era la finalidad de la operación hacía de las transacciones hechas por Econoinvest un ilícito cambiario.
Digamos que una ley prohíbe los carros de colores, exceptuando los azules. Luego detienen a una persona con un carro azul y justifican la detención diciendo que la ley no es suficientemente específica respecto a lo que una persona con un carro azul podría hacer con ese carro azul. Para más hay muchísimas otras personas con carros azules que no han sido detenidas. ¿No parece esto una broma?
Hace unos meses conocí a Herman Sifontes en la cárcel y me asombró algo que ya me habían comentado amigos comunes: uno puede hablar tres horas con él sin notar un ápice de odio y resentimiento en su voz.
Un poco después, sospecho que un momento difícil, Herman escribió un mensaje para sus amigos que me llegó al tuétano y decía algo como: “En los momentos de mayor oscuridad me consuela imaginar que algún día podré otra vez dormir abrazado de mi esposa y mis hijos.”
Del resultado de mañana depende que Herman y sus amigos de Econoinvest salgan más temprano que tarde del sótano en el que llevan ya dos años presos.
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