Sábado, 29 de junio de 2013
Uno de los más interesantes análisis que he leído sobre las protestas en Brasil es una combinación de artículos de Nancy Birdsall del Center for Global Development y John Paul Rathbone de The Financial Times.
Comencemos con Birdsall, que en un recién publicado ensayo académico acuñó el término “strugglers” para identificar a ese importante grupo de personas que no son pobres pero tampoco de clase media.
[The strugglers]…are still at risk of falling into poverty, whether due to a health problem, a natural disaster or an economic downturn. They have some disposable income, may be employed in the informal sector, pay some taxes, and send their kids to public schools—but the public services they receive for their tax money provide little real benefit to them.
Por supuesto, esto está muy relacionado a lo que comentaba hace poco sobre la definición de clase media. Nos parece maravilloso cuando escuchamos que en un país 40 millones de personas se han unido a la clase media. Pero nos decepcionamos cuando nos enteramos que menos del 2 por ciento de esta nueva clase media tiene título universitario (como en Brasil); o que sólo el 20 por ciento tiene título de bachiller (como en Argentina).
Creando esta nueva categoría de “strugglers” (40 por ciento de la población en Brasil), Birdsall está arrimando la definición académica de clase media hacia lo que la mayoría del mundo entiende por clase media.
Lo cual me lleva al análisis de Rathbone, que toma como punto de partida los argumentos de “Exit, Voice, and Loyalty,” un libro del economista estadounidense Albert O Hirschman:
[The book] describes how individuals in struggling organisations, be they nations or businesses, have a choice between getting out (exit), or agitating for change (voice). It is a wonderfully simple scheme. In East Germany, for example, the suppression of “exit” and dissident exile eventually led to “voice”, then mass protests and the fall of the Berlin Wall. Today, if far less dramatically, Brazil exhibits many of the characteristics Hirschman identified 40 years ago.
Pero ¿por qué Rathbone relaciona la ideas de Hirschman con Brasil?
Take healthcare. Brazil is one of the most unequal societies on the planet. Previously, the middle classes could afford to leave the public health system by going private. This “exit” reduced the role of protest, or “voice”, which might have improved matters. The same was true of public policing and education, which the well-to-do exited by paying for private security and schools.
But Brazil’s new middle class cannot afford the same escape valves. Their finances are too precarious. Instead they suffer shoddy public services and, as they find them lacking, their grievances eventually spilled over and gave “voice”.
Birdsall diría que cuando Rathbone habla de la “nueva clase media” brasileña en realidad se refiere los “strugglers.”
Fíjense que aquí hay un matiz original. La precariedad de status de la nueva clase media -constantemente amenazada con deslizarse de nuevo hacia la pobreza- y su imposibilidad de escapar los deficientes servicios públicos por sus aún bajos ingresos serían entonces un poderoso propulsor de las protestas.
Un ingreso un poco mayor probablemente aumentaría sus probabilidades de escape (“exit”) y reduciría las posibilidades de protesta (“voice”). Pero habitar ese espacio entre ser pobre y no tener lo suficiente para escapar la miserias de la pobreza (o evitar una involución hacia ella) es lo que genera inestabilidad.
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