Rebeldía y subordinación

Jueves, 12 de septiembre de 2013

A los comunistas, y a la izquierda más radical, el poder inspira una intensa desconfianza. La clase dominante, los ricos, el capital, el imperio, todo esto y más es visto por ellos como una encarnación casi teológica del mal. El default de un izquierdista radical es oposición al poder. Antagonismo al poder. Desconfianza hacia el poder.

Pero esta rebeldía coexiste con un también poderoso instinto de subordinación. ¿Subordinación a qué? A las políticas, normas y posiciones fijadas por el partido. A la hora de juzgar a su bando o tribu la rebeldía del izquierdista radical se transforma en una disposición casi ovejuna a la subordinación. El rebelde dispuesto a dar la vida por la igualdad de clases se convierte en el servil burócrata incapaz de pensar por sí mismo y dispuesto a acatar órdenes y directrices sin la más mínima resistencia.

Mejor dicho, la rebeldía no se transforma en subordinación. La extrema rebeldía coexiste con una predisposición similarmente extrema a la subordinación.

A través del comunista Ira Ringold, Philip Roth ilustra esta contradicción en su novela I married a communist:

Remember, Ira belonged to the Communist Party heart and soul. Ira obeyed every one-hundred-eighty-degree shift of policy. Ira swallowed the dialectical justification for Stalin’s every villainy..He managed to squelch his doubts and convince himself  that his obedience to every last one of the party’s twist and turns was helping to build a just and equitable society in America. His self-conception was of being virtuous. By and large I believe he was -another innocent guy co-opted into a system he didn’t understand. Hard to believe that a man who put so much stock in his freedom could let that dogmatizing control his thinking. But Ira abased himself intellectually the same way they all did….Here was someone whose greatest strength was his power to say no. Unafraid to say no and to say it in your face. Yet all he could ever say to the party was yes.

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