Hecho en Venezuela

Miércoles, 4 de abril de 2012

Ya había escuchado algo sobre los autobuses llenos de colombianos que paseaban por Caracas, de automercado en automercado, comprando mercancía a precios regulados.

Pero no sabía, antes de leer este reportaje de El Nacional, que el incentivo era tan poderoso:

Los productos regulados que escasean en Venezuela, comercializados en Colombia pueden llegar a costar hasta 4 veces más. Mientras que la presentación de 2 kilos de azúcar está regulada en 8,41 bolívares, en el país vecino se expende, al cambio, en hasta 28 bolívares; la leche en polvo está controlada en 13,32 bolívares, pero la venden en 52,10 bolívares; la harina de maíz, cuyo precio es de 4,06 bolívares, al otro lado de la frontera está en 15,52 bolívares y el café molido de 500 gramos aquí cuesta 12,21 bolívares y en Colombia 45 bolívares.

Pensándolo mejor, pequé de ingenuo porque es obvio que los márgenes de ganancias son muy altos. Después de todo, no estamos hablando de autobuses comprando productos en estados fronterizos, ¡sino en Caracas! La ganancia tiene que ser lo suficientemente jugosa para cubrir los costos de los viajes de ida y vuelta a la capital.

Lo más triste es que, según el reportaje de El Nacional, alguno tachirenses cruzan la frontera para comprar estos productos nacionales contrabandeados; claro está, a precios muchos mayores de lo que se venden en Venezuela. ¿Por qué entonces cruzan la frontera? Porque la oferta en nuestro país es limitada y los productos se agotan muy rápido. La única manera de encontrar estos productos es en Colombia, a esos precios.

Otro dato interesante.

Algunos automercados en zonas pudientes no respetan en lo más mínimo los precios regulados. Y, según entiendo, lo hacen de una manera sistemática y sin miedo a que el gobierno los multe.

Esta falta de miedo o voluntad de tomar el riesgo puede tener varias explicaciones.

Una posible es que piensan que las autoridades tienen que priorizar unas zonas sobre otras. El gobierno simplemente no tiene la capacidad de visitar todos los automercados del país.

Otra explicación, que no excluye la primera, es que en esos vecindarios pudientes el gobierno no gana votos obligando a los negocios a vender a precios bajos. Si los ricos quieren comprar a esos precios, que lo hagan. Ellos son los que se fregan.

La misma lógica, en cierto modo, se puede aplicar a los buhoneros, a quienes las autoridades han decidido no fastidiar por no vender a precios regulados. No les conviene.

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