Lunes, 11 de febrero de 2013
Mientras más converso con miembros de comunidades que han formado parte de Consejos Comunales, más me convenzo.
Hay una parte del concepto del CC que me parece valiosa. Y es el hacer sentir a los miembros de un barrio o una comunidad, sobre todo los más pobres y necesitados, que pueden tomar ellos mismos pasos y acciones para mejorar su calidad de vida. Es decir, el impulsar a la gente a organizarse en grupos de acción para detectar problemas, establecer prioridades y buscar soluciones a través del Estado. En este sentido el CC es un maravillosa herramienta para promover la participación cívica.
Pero donde no concuerdo es en atribuir poder y responsabilidades al CC para la realización de proyectos. Los miembros de un CC simplemente no tienen la preparación y el conocimiento técnico y administrativo para muchas de estas labores. Nadie niega que pueden haber excepciones, pero son eso: excepciones.
Y que existan paralelamente a las autoridades municipales, a veces llevando a cabo tareas complejas que chocan con los planes y regulaciones de una alcaldía o gobernación, es, por supuesto, una locura. Como lo es su politización.
Pero creo que como cuerpos adscritos a la autoridad de las alcaldías, como instrumentos para detectar problemas y canalizar los reclamos y frustraciones de un barrio, los CC podrían ser transformados en algo útil.
¿Que antes de los CC habían grupos y asociaciones vecinales que más o menos hacían esto?
Quizá, pero estos nunca motivaron a la gente de los barrios a organizarse como lo hicieron inicialmente los CC.
En resumen, mi impresión es que hay cosas buenas que se pueden rescatar de estos consejos.
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