Chile se aburre

Jueves, 25 de agosto de 2011

Profunda desigualdad económica y social, un sistema electoral poco representativo que no termina de deshacerse del lastre de la dictadura pinochetista, frustración por el cerrado universo de las elites políticas, aparatos educativos, instituciones culturales y políticas laborales que no se adecuan a una creciente clase media, todos estas causas han sido citadas para explicar las protestas en Chile.

Y, sin embargo, si hace dos años, cuando Michelle Bachelet acababa su período presidencial con casi 80 por ciento de popularidad, hubiesen estallado protestas multitudinarias en varios países de América Latina, excepto en Chile, ¿qué hubiesen dicho los expertos?

Pues que Chile lleva dos décadas creciendo a tasas muy altas; que la pobreza ha sido reducida de un 45 a un 10 por ciento; que el ingreso per cápita ha subido de 2 mil a 14 mil dólares anuales desde 1990 (China hoy: $4260, India: $1340); que Chile es una de las sociedades más libres y democráticas del hemisferio; que su manejo de la crisis financiera mundial fue ejemplar (en 2010 y 2011 el país creció 5,2 y 6,5 por ciento respectivamente); que Chile, en fin, no es sólo un ejemplo a seguir para América Latina, sino para todo el mundo.

Más aún, la explicación a esta “excepción” chilena hubiese sido tan obvia que nadie hubiese sentido la necesidad de formularla.

Otro dato que enreda el análisis:

Tres de los cuatro presidentes de la Concertación (excepto el soporífero Frei) no bajaron del 50 por ciento de popularidad durante sus gobiernos. Ricardo Lagos terminó su mandato con un 60 por ciento y Bachelet con casi 80.

Si el descontento y la frustración de los chilenos con la clase política son tan profundos, ¿cómo explicar estos números que reflejan apoyos más entusiastas que resignados? ¿Cómo explicar que hace un año la popularidad de Piñera estaba por las nubes? ¿No hay cierto grado de volatilidad en las convicciones de los chilenos?

No digo que sean falsas las explicaciones citadas arriba; al contrario, pienso que en todas hay algo de verdad.

Pero también hay algo de verdad en esta observación de Jorge Castañeda:

Conviene recordar al respecto, guardando todas las proporciones, las Casas de los Jóvenes y de la Cultura que creó André Malraux durante parte de las llamadas tres décadas gloriosas, es decir, el momento de la expansión también espectacular de las clases medias en Francia. Pero recuérdese también el desenlace: Mayo del 68, y la famosa expresión de Pierre Viansson-Ponté, en la víspera del estallido: “Francia se aburre.”

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