El torero Evans

Lunes, 21 de julio de 2013

Hablando de Orwell, algo me irritó ligeramente de un largo reportaje de Boris Muñoz y Alfredo Meza sobre la Venezuela postchavista.

Nícmer Evans. O, más bien, el Nícmer Evans que emerge del reportaje.

Muñoz y Meza relatan cómo Evans se metió en problemas con la cúpula chavista por sus críticas a la campaña de Maduro.

Evans dice que está de acuerdo con que los trapos sucios deben lavarse en casa, pero se pregunta: “¿Dónde están las bateas del PSUV para lavarlos? Mientras no exista la posibilidad de diálogo interno, seguiré lavando los trapos sucios donde me sea posible”…Evans sostiene que el liderazgo de Chávez impidió la autocrítica alentando la incondicionalidad. “Aunque él mismo era el principal crítico del gobierno, eso no ayudó a un proceso dialéctico”, dice. Esto implica que el partido y los chavistas se acostumbraron a obedecer verticalmente. La ausencia de Chávez no ha hecho sino empeorar la situación.

Pausadamente, pero con obstinación, como un torero avezado, Evans clavó otra banderilla en la cúpula chavista. “En el sector más poderoso de la dirección del partido, el estalinismo es la manera más rápida de resolver las diferencias. Esto contradice el libro rojo del PSUV, que propone el socialismo a través de la democracia participativa. El liderazgo actual está vencido”, dijo.

Sin embargo, su mira no está puesta sobre el hostigamiento en su contra o en el señalamiento de los culpables, sino en los estragos a largo plazo que los problemas actuales pueden causar en el chavismo. Para Evans, las decisiones deben adoptarse horizontalmente a través de la consulta popular y con los otros sectores de la izquierda venezolana que forman parte del chavismo. De lo contrario, la revolución quedaría atrapada en el modelo imperante de reparto de cuotas de poder a través de actores políticos, heredado de los cuarenta años de bipartidismo antes de Chávez.

No quiero ser rudo, pero para mí es difícil leer esta sección de Evans sin pensar que los autores me están vendiendo gato por liebre. Aunque claro está que sin mala intención.

Lo que dice Evans sobre la falta de bateas en el PSUV y el “estalinismo” como método de resolver diferencias internas, no tiene ningún sentido, porque eso, en esencia, no sólo es un defecto del chavismo bajo Maduro, sino era el chavismo bajo Chávez. No es, pues, una preocupante tendencia desviatoria dentro del oficialismo sino la esencia del chavismo. El que Evans ha defendido y apoyado.

¿O Evans no recuerda lo que le pasó a Francisco Ameliach cuando asomó, sólo asomó, la posibilidad de postergar la creación del PSUV y desempolvar al MVR para no perjudicar la selección de candidatos oficialistas para las elecciones regionales de 2008? Como éste, hay decenas de ejemplos que Evans, sin duda, debe conocer.

Entonces a Evans sólo hay dos maneras de interpretarlo. O es un analista muy pirata, honesto pero pirata, con una enajenada incapacidad de detectar la descomunal contradicción en la que incurre defendiendo a El Comandante y a la vez criticando a los sucesores de Chávez por el comportamiento que imitan de Chávez. O es un talentoso actor capaz de revestir sus análisis con una pátina de “objetividad” que en realidad, como dice Orwell, es una hábil manera de aceptar lo inaceptable y justificar lo injustificable sin verse mal y preservando cierta aura de respetabilidad.

Yo me inclino por la segunda, pero el hecho es que cualquiera de las dos opciones pintan a un Evans que es difícil tomar en serio.

¿Por qué mi problema con los autores? Porque nada de esto queda claro. Evans más bien emerge del reportaje como un ejemplo de la voces racionales dentro del oficialismo que se están rebelando por una especie de desviación del proyecto chavista bajo Maduro que en realidad no es una desviación sino una simple continuación.

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