Sobre el nombramiento de Rangel Silva

Lunes, 9 de enero de 2012

El nombramiento de Henry Rangel Silva como ministro de Defensa ha resucitado el debate sobre si Chávez aceptaría una victoria de la oposición el próximo 7 de octubre.

Después de todo, Rangel Silva no sólo es acusado de tener vínculos con narcotraficantes y con las FARC, también es el que en noviembre de 2010 dijo que las Fuerza Armada Nacional Bolivariana no toleraría a nadie que no fuera Chávez en la presidencia.

Y el nombramiento de Rangel Silva no es la única señal de que Chávez podría estar preparando el terreno para no aceptar unos resultados favorables para la oposición el próximo octubre.

Chávez ha invertido millones en mantener a los militares contentos, a cada rato subiéndoles el sueldo y regalándoles miles de viviendas. El ministerio de Defensa recibe una buena tajada del presupuesto -y no sólo para comprar y modernizar armamento.

Por otro lado, muchos han especulado que la verdadera intención de la repatriación de las reservas de oro es evadir sanciones internacionales si hay una ruptura del orden constitucional (una posible admisión de lo que el gobierno tiene planeado hacer si pierde las elecciones).

¿No está claro entonces que, si tiene el espacio de maniobra, Chávez podría no aceptar una derrota?

Yo tengo esto claro desde mucho antes del nombramiento de Rangel Silva. Y quienes resucitan ahora este argumento no parecieran acordarse, entre otras cosas, de una de las razones de ser de las milicias.

La clave no es si Chávez es capaz de irrespetar los resultados electorales, porque claro que lo es. La clave es si Chávez va a poder irrespetarlos; si todo lo que ha hecho es suficiente para soportar la presión de una derrota.

Los que apoyamos la ruta electoral no lo hacemos porque creemos, como algunos sugieren, que Venezuela es Suiza, donde se celebran elecciones libres, transparentes y justas, y los perdedores acatan los resultados electorales.

Lo hacemos porque estamos convencidos de que, fuera de la lucha armada (rechazada por la unanimidad del liderazgo opositor y la abrumadora mayoría de la sociedad venezolana), la mejor manera de salir de Chávez es complicándole la vida lo más posible, creando una situación donde el poder pueda escurrírsele de las manos.

Claramente, las elecciones son una excelente oportunidad de crear esta situación y acorralar a Chávez. Y él lo sabe, razón por la cual toma medidas que desenmascaran su nerviosismo.

No hay que olvidar, además, que Chávez no es Gaddafi. Dos veces ya ha sucumbido ante la presión cuando se ha sentido acorralado: el 4 de febrero de 1992 y en abril de 2002

Y, como dicen algunos, a veces la tercera es la vencida.

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