Sobre Afiuni

Sábado, 24 de noviembre de 2012

Hacía tiempo que no leía algo que me revolviera el estómago como lo hicieron los extractos del nuevo libro de la jueza Afiuni que divulgó Nelson Bocaranda.

Que el presidente de Venezuela sea responsable de esta tragedia es algo desolador que, sin embargo, no debe desmotivar sino alentar la pelea por una transición.

Sí es cierto que Afiuni no es una excepción.  A diario hombres y mujeres son violadas en la cárceles venezolanas. Pero Afiuni estaba presa injustamente por orden de Chávez. En algunos casos es difícil ver el hilo que conecta las acciones del presidente con tragedias como ésta, pero en este caso es muy, muy fácil.

Ahora bien, el relato de Afiuni no es lo único que revuelve el estómago. También es la reacción del presidente Ministerio de Prisiones, que quiere demandar a Afiuni por difamación e injuria. (Dudo que esta reacción no haya recibido el visto bueno de Chávez).

Y no sólo eso. Escuchen la entrevista que le hizo a Unión Radio a Nancy Pérez, ministra de la Mujer.

El entrevistador deja hablar a Pérez por seis minutos o más sin mencionar a Afiuni. Luego dice “hay dos cosas que están en la prensa que me gustaría tocar.” Sabemos que una de esas dos cosas tiene que ser Afiuni, pero  ¿qué le pregunta de primero? ¡Sobre las cirugías estéticas! Y luego de cinco minutos más hablando sobre cirugías (me refiero a operaciones de senos y cosas por el estilo)  finalmente, en el mínuto 11 de los 15 que dura la entrevista, le pregunta por Afiuni, casi disculpándose por tener que entrar en esos temas antes del almuerzo (“me veo en la obligación de preguntarle”).

Escuchen la entrevista entera, si todavía piensan que en Venezuela los medios privados no se autocensuran.

Una última observación. No me extrañaría que Chávez y sus ministros de verdad estén tratando de creerse ellos mismo que Afiuni está mintiendo.

Aceptar que está diciendo la verdad es también aceptar culpa por lo ocurrido, porque ellos saben que Afiuni es una presa política. Como dijo una vez Petkoff sobre J.V. Rángel, Chávez no es Dorian Gray. Es el retrato mismo. Negándose a aceptar que esa imagen roñosa, degradada y putrefacta es la suya.

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