Martes, 5 de febrero de 2012
Teodoro Petkoff es todo menos ingenuo, pero estos dos párrafos en su más reciente editorial me forzaron a leer varias veces al artículo para asegurarme de que no lo estaba malinterpretando. Y no, no lo estoy malinterpretando:
…se hace visible, en la decisión de la CELAC, una intención, que Obama no vería con malos ojos, de proporcionar al dirigente cubano un entorno y un piso continental que convaliden y animen el camino reformador que aquél trata de adelantar, tanto a lo interno de su país como en las relaciones con el imperio. No es casual, y ni siquiera paradójico, que haya sido el presidente de Chile, el derechista Sebastián Piñera, quien “invistiera” a Raúl.
El problema de éste es que se ve obligado a nadar en dos aguas. Por un lado, asume con visible satisfacción el cargo que le han dado, del cual no ignora el tipo de obligaciones democráticas que le crea con los socios de la CELAC, y al mismo tiempo debe mantener vivos y operativos los vínculos con el principal benefactor de la isla, que no es otro que el gobierno de Hugo Chávez. De allí que se haya sentido obligado, al no más asumir la conducción de la CELAC, a pronunciar unas palabras agresivas, e incluso insultantes, propias del viejo estilo metiche de los fidelistas, contra la oposición venezolana.
¿Asumir la presidencia de la CELAC le crea a Raúl Castro “obligaciones de tipo democráticas,” es decir, presiones incómodas por parte de los otros países para que respete la democracia? Más aún, ¿la incorporación de Cuba en la CELAC es una suerte de plan de los países de América Latina “para animar el camino reformador” en la isla?
Sería bueno que Petkoff nos diera pruebas de esto, porque toda la evidencia disponible apunta en la dirección contraria.
Para comenzar uno se pregunta porqué, si esta tesis es cierta, la CELAC excluyó a Paraguay por el “golpe” en vez de invitar al pequeño país para de ese modo promover “el camino reformador” de este gobierno a todas luces más represivo que el cubano (estoy siendo irónico). ¿Será porque un grupo de países hace tiempo se arrogó la facultad de decidir qué países y acciones se ajustan o no se ajustan a los principios democráticos condenando las violaciones -a veces relativamente inocuas- de algunos países y perdonando el autoritarismo de países amigos así como el propio?
Ojalá los países del Alba y el gobierno de Argentina simplemente guardaran silencio sobre la dictadura cubana. Pero no es así: casi todos los líderes de esos países promueven a los Castros como héroes. Y Brasil no se queda atrás. ¿O es que ya todo el mundo se olvidó de Lula comparando a los disidentes de la isla con los bandidos de las cárceles de Sao Paulo o diciendo que Cuba que “lo único que había hecho de malo era conquistar su libertad”?
Este obsceno doble estándar con Cuba se extiende a muchos otros países. ¿O es que nadie se acuerda de la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, cuando casi todos los presidentes de América Latina cayapearon a Obama por el embargo y nadie -absolutamente nadie- asomó una crítica a los Castro por someter al pueblo cubano a un dictadura de más de 50 años?
Incluso México y Chile se han deslizado de vez en cuando hacia esta actitud bobalicona.
La realidad es que hay un grupo de países que no ve nada malo en Cuba sino, al contrario, ve en la isla y en los Castro modelos hemisféricos. Hay otro grupo que sí ve a Cuba como lo que es -una verguenza continental-, pero no se atreve a decirlo por temor a la confrontación, lo cual le cede el espacio al primer grupo a imponer su visión. Por eso Cuba asumió la presidencia de la Celac. Así de simple.
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