Los apostadores

Lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Va a ganar Chávez las elecciones presidenciales en 2012?

Hace unas semanas circuló por Internet un newsletter de Bank of America Merrill Lynch argumentando que una victoria de Chávez es, de lejos, el escenario más plausible.

Articulistas, blogueros, tuiteros, divulgaron el informe con aires iconoclastas, como diciéndole al resto: “Pueden emocionarse con sus candidatos, su unidad, sus primarias y sus debates, pero lo cierto es que, si uno examina científicamente los factores que van a influir y normalmente influyen en cualquier proceso electoral, Chávez va a ganar las elecciones.”

Es decir, el newsletter de Bank of America Merrill Lynch simplemente está sacando una conclusión obvia basada en años de avances investigativos en la ciencias políticas.

Hay algo que me desagradó profundamente de este ‘realismo;’ de esta pose de inteligente apostador.

Primero una aclaración. Creo que necesitamos a estos pesimistas. Los necesitamos porque sus razonamientos nos hacen entender mejor la naturaleza del desafío que confrontan los venezolanos. Y entender mejor este desafío ayuda a prepararse mejor para vencer los obstáculos que se deben vencer para triunfar.

Al mismo tiempo, pienso que los inteligentes apostadores deben ser parte de una poco inspirada minoría.

Porque, si todo el mundo piensa como ellos, si todo el mundo piensa que Chávez va a ganar, la oposición se desmoraliza. Y, si la oposición se desmoraliza, las probabilidades de sacar a Chávez en 2012 disminuyen significativamente. La desmoralización producto de este razonamiento puede inclinar la balanza hacia el lado negativo; convertir una victoria improbable pero posible en un derrota segura. En este sentido los augurios pesimistas de los inteligentes apostadores pueden convertirse en una profecía autocumplida.

Piensen en la Primavera Árabe. Hace apenas un año, prever que Ben Ali, Qaddafi y Mubarak iban a permanecer en el poder era una apuesta mucho más inteligente que apostar a una victoria electoral de Chávez en 2012.

Pero, claramente, los protagonistas de las revueltas árabes no pensaron así cuando decidieron actuar, y, en gran parte porque no pensaron así, este año tres brutales dictadores fueron destronados y enviados para siempre al basurero de la historia.

Más aún, el efecto dominó de la Primavera Árabe es una consecuencia de que muchos sintieron que estos cambios, contra todas las probabilidades de éxito, sí eran posibles.

Lo mismo se puede decir del fin pacífico de la Guerra Fría, de la elección del primer afroamericano a la presidencia de Estados Unidos, de la transición democrática en Chile y de tantos otros sucesos históricos.

Como dice Larry Summers, nadie que tenga un conocimiento real de la historia puede negar que en la política la transición de lo inconcebible a lo inevitable puede ocurrir muy rápidamente.

Eso sí: si se mantiene el optimismo y el espíritu de lucha.

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