Martes, 3 de julio de 2012
Hace poco el comediante Jimmy Kimmel echó este chiste en un evento en el Hilton de Washington:
Los republicanos querían hacer este evento en el Hilton. El presidente Obama quería hacerlo en el Sheraton. Entonces Obama decidió que había que buscar un compromiso entre ambas posiciones y entonces aquí estamos, en el Hilton.
Kimmel se refiere a la dinámica del bully. Si uno cede espacio, el bully invade inmediatamente ese espacio y sigue presionando sin reconocer que el otro lado cedió. En vez de poner de su parte para lograr un acuerdo, el bully más bien ve cualquier concesión como una debilidad o torpeza que debe aprovecharse para quitarle terreno al adversario. Si no hay voluntad real de negociación o deseo genuino de alcanzar un acuerdo, ceder es perder. La no confrontación no da resultado.
El chiste de Kimmer fue un éxito porque el afán de Obama de buscar acuerdos con el otro lado muchas veces se tradujo en un desplazamiento del centro del debate hacia el lado de los demócratas, abriéndole terreno a los republicanos y acorralando a Obama en una esquina donde tenía poco espacio de negociación. Por supuesto, Obama se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y cambió de estrategia. Pero lo hizo porque su presidencia depende de no dejarse acorralar por el otro lado.
Ahora bien, la geopolítica latinoamericana es diferente. La hipocresía y el doble estándar de Chávez y el Alba no afectan directamente a muchos presidentes y pueden darse el lujo de no pararle, o pararle poco, a estas cosas.
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