Cuando los extremos se tocan

Martes, 19 de junio de 2012

Assange y Correa

Julian Assange pidió asilo político en la embajada de Ecuador en Londres. Y todo indica que Assange no tiene la más mínima idea de la ironía que se embosca debajo de su pedido.

Como todos sabemos, Assange es un radical promotor de la transparencia. Si por él fuera, los gobiernos no tendrían el más mínimo derecho a la privacidad en sus deliberaciones y acciones sobre asuntos públicos.

Por eso no dudó en divulgar a través de Wikileaks los cientos de miles de cables filtrados del Departamento de Estado norteamericano. Y para hacerlo se asoció con medios privados como The New York Times, The Guardian, El País y otros grandes periódicos del mundo.

Rafael Correa, por el otro lado, está en la otra cancha de este debate.

Entre sus atropellos recientes contra la libertad de expresión, está el de prohibirle a sus ministros dar declaraciones a los medios privados sobre asuntos públicos.

Assange piensa que incluso las comunicaciones privadas de los funcionarios públicos deben ser divulgadas al mundo entero a través de medios privados, así ello implique poner vidas en riesgo. Rafael Correa piensa que los miembros de su gabinete no deben hablar a los medios no estatales por temor a que estos distorsionen la información.

Claro, la conveniencia y el odio común a los Estados Unidos son suficientes para anular estas “triviales” diferencias.

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