Tiempo sin que una novela sacudiera el mundo de las letras en América Latina como la ha hecho Contarlo todo de Jeremías Gamboa.
Y, después de leerla, entiendo porqué ha sido tan polémica.
Primero que nada, esta novela autobiográfica es como un animalito exótico. Tiene páginas muy buenas, del nivel que muchos escritores jamás llegan a escribir después de una vida de oficio. Pero también tiene algunos grandes desaciertos, como muchas excelentes novelas.
Súmenle a eso el marketing que, gracias al padrinazgo de Vargas Llosa, recibió la novela antes de ser publicada, y el hecho que muchos críticos dicen obtusamente que Gamboa “no sabe escribir” (léase: comete errores de redacción), y es fácil entender porqué la novela ha sido tan controversial.
Déjenme tocar el tema de que Gamboa no sabe escribir. Creo que aquí mucha gente mezcla peras con manzanas.
Y, en primer lugar, me gustaría defender la decisión de Gamboa de escribir oraciones como
Se mató de la risa
Nos fuimos a beber como condenados
Con un gesto desquiciado
Masturbarme como un demente
Por supuesto, Jeremías Gamboa es lo suficientemente talentoso para buscar símiles más imaginativos y utilizar adjetivos más originales. Pero esa no es su intención cuando escribe estas oraciones. ¿Qué busca entonces? Uno de los grandes temas de Contarlo todo es la amistad. De hecho, a ese retrato de la amistad entre Gamboa y sus tres mejores amigos (el “Conciliábulo) la novela debe algunas de sus mejores páginas. Gamboa narra utilizando el lenguaje que utilizaban sus amigos y él -el lenguaje fresco de los jóvenes limeños. Gamboa “el autor” nunca diría “se mató de la risa”. Pero Gamboa “el amigo” sí utilizaría esta frase en una conversación. No me queda duda que utilizar ese lenguaje contribuye a recrear maravillosamente la amistad entre los miembros del Conciliábulo.
Por otro lado, eso no significa que Gamboa no pueda de vez en cuando deslumbrarnos con una metáfora o un adjetivo. Y muchas veces lo hace. Pero la manera como mezcla los dos tipos de lenguaje es sumamente efectiva.
¿Y qué pienso sobre las críticas a las evidentes faltas de redacción de Gamboa?
Me recuerdan una salida genial de García Márquez. En una reseña de El amor en los tiempos de cólera Héctor Abad criticó al Nobel por haber escrito “a ver” en vez de “haber”. La respuesta de García Márquez fue demoledora: “En Colombia no tenemos críticos sino correctores de prueba”.
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