Cortázar y Carpentier

Miércoles, 9 de febrero de 2011

Sé que es pavoso citarse a uno mismo, pero esta vez lo hago por simple flojera de rearticular ideas ya expresadas:

Dada la profundidad del principal tema del cuento [El perseguidor], sería natural esperar cierta solemnidad en el lenguaje y la manera de expresarse de Cortázar. Pero no es así. La historia de Johnny está contada por el autor con esa prosa que, en mi opinión, es una de las grandes virtudes de su obra. La prosa de Cortázar parece hablada en vez de escrita. Tiene una cualidad oral, una soltura, un aire conversacional que recubre sus cuentos y novelas con una pátina de naturalidad y frescura. Leer El perseguidor es como escuchar a un amigo echando un cuento en la sala de su casa o en cualquier otro ambiente distendido, alegre e informal; un amigo cuyo interés no es impresionarnos, ni ornamentar sus historias con frases o metáforas rebuscadas, ni mucho menos ser solemnemente “literario,” sino simplemente entretenernos, y entretenerse él, a través de lo que dice. Lo cual –claro está– es un truco, una ilusión, una herramienta literaria como cualquier otra, pues una transcripción de cualquier conversación sería mucho más caótica, repetitiva y difícil de comprender que las páginas más orales de Cortázar.

La segunda cita es de Vargas Llosa, hablando sobre el estilo del gran novelista Alejo Carpentier:

Su prosa, considerada fuera de sus novelas, está en las antípodas del tipo de estilo que yo admiro. No me gusta nada su rigidez, academicismo y amaneramiento libresco, el que me sugiere a cada paso estar edificado con una meticulosa rebusca en diccionarios, esa vetusta pasión por los arcaísmos y el artificio que alentaban a los escritores barrocos del siglo XVII. Y, sin embargo, esta prosa, cuando cuenta la historia de Ti Noel y de Henri Christophe en El reino de este mundo…tiene un poder contagioso y sometedor que anula mis reservas y antipatías y me deslumbra.

Suscribo con todos sus puntos y comas esta observación de Vargas Llosa. Para mi es inconcebible escindir mi gran aprecio de la obra de Carpentier de su estilo libresco y encorbatado, polo opuesto del estilo oral de Cortazar.

Hay quienes dicen que el estilo de Carpentier funciona porque es perfecto para contar las historias que él cuenta. La forma (estilo) se adecua al fondo (historia) y viceversa.

A mí esta observación me parece inútil: una manera errónea de encarar el tema. Pues ¿cómo sabe un escritor si ciertos estilos sirven para contar ciertas historias? ¿No sugiere esta observación que ciertas historias sólo pueden ser contadas con un número limitado de estilos? ¿No sugiere, casi, que hay un estilo para cada historia?

Para mí lo importante del estilo es la coherencia y el poder de persuación. Hablar de esa inaprensible armonía entre estilo y contenido me parece una pérdida de tiempo.

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