Martes, 24 de noviembre de 2009
La retórica belicista de Hugo Chávez no debe infundir pánico. Después de todo, no es la primera vez, ni será la última, que Chávez eleva el tono de su discurso para desviar la atención de otros problemas o para aglutinar a sus bases agitando la bandera del nacionalismo.
Al mismo tiempo, este discurso no debe tomarse a la ligera. Lo que ha estado ocurriendo en la frontera es motivo de preocupación bajo cualquier circunstancia, pero más aún con el telón de fondo de la verborrea incendiaria de Chávez.
En los últimos meses dos soldados venezolanos fueron asesinados en un puesto fronterizo. Un grupo de futbolistas novatos, la mayoría de ellos colombianos, fueron secuestrados y luego asesinados. Venezuela ha arrestado a tres hombres acusados de espiar para Colombia, y hace una semana el DAS (órgano de inteligencia colombiano) arrestó a cuatro guardias nacionales venezolanos en territorio colombiano.
Y no hay que olvidar el incidente más grave: la voladura de dos puentes en el río Táchira que servían para comunicar a poblaciones de ambos lados de la frontera. El gobierno venezolano dice haber destruido los puentes como parte de la lucha contra el narcotráfico. Si ese es el caso, es difícil entender porque Chávez no tuvo la cortesía de informar sobre la acción a Casa Nariño. El analista colombiano, Alfredo Rangel, tiene razón en decir que la voladura fue “un acto de calculada hostilidad.”
Es verdad que el riesgo de una guerra-guerra entre Venezuela y Colombia es muy bajo, pero de estas fricciones -o de incidentes como la voladura de los puentes- podría saltar la chispa que prenda una escaramuza. Un incidente sangriento entre soldados venezolanos y colombianos ya no es difícil de imaginar.
¿Qué hacer para amainar las tensiones entre los dos países?
Creo que la solución es simple. La comunidad internacional, liderada por Brasil, debe presionar a ambos países para que acepten una mediación que facilite la creación de un sistema de vigilancia conjunta en la frontera. Esta jugada es ingeniosa porque Chávez no puede aceptar la mediación de un tercer país. ¿Por qué? Porque, si lo hace, corre el riesgo de que esos mediadores confirmen que las FARC han prácticamente invadido el sur de los estados Táchira y Apure en Venezuela ante la vista gorda de los militares venezolanos. Si Brasil insiste en una mediación (hasta ahora el esfuerzo ha sido tímido), y varios países se unen a este esfuerzo, a Chávez no le va a quedar otro camino que bajar el tono de su discurso, al menos por un tiempo. Y lo mejor de esta propuesta es que Lula no se tiene que pelear con Chávez. Lo único que debe hacer es insistir empecinadamente en la mediación y asomar la posibilidad de que un tercero ayude en la creación de este sistema conjunto de vigilancia fronteriza.
Eso bastaría para que Chávez deje de ladrar.
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