Los fantasmas del Perú

Martes, 26 de abril de 2011

Hay razones para ver con sumo escepticismo la manera como Humala y Keiko se han arrimado al centro para tratar de ganar la segunda vuelta el 5 de junio.

En ambos casos el oportunismo es obvio.

La pregunta clave es a quién es más fácil imaginarse gobernando desde el centro y en democracia.

¿Es posible, por ejemplo, que Humala haya decidido a favor del modelo de Lula, abandonando en el proceso buena parte de su plan de gobierno? ¿No sería racional escoger ese camino que es, a todas luces, mucho más exitoso que el chavista? ¿Ese camino que ha convertido a Lula en un líder querido y admirado no sólo en su país, sino en todo el mundo? Si los asesores brasileños lo han logrado moderar en la campaña, ¿no es esto un indicador de que lo mismo podría ocurrir en su gobierno? Más aún: ¿no es el impresionante éxito económico del Perú una potencial fuerza moderadora extremamente importante? ¿No es buena señal que haya incorporado a gente moderada en su proyecto (algunos técnicos de Toledo, por ejemplo), algo que no ha hecho Keiko Fujimori?

Uno quiere creer esto. Olvidarse del origen militar, del alocado entorno familiar, del infantil izquierdismo y anti-imperialismo, del antichilenismo, de ese velasquismo que, como dice el analista y ex ministro peruano Fernando Rospigliosi, se le nota cada vez que, sin querer, se sale del libreto que le diseñaron los asesores brasileños.

Pero no es fácil.

Luego está Keiko Fujimori.

¿Se puede creer, por ejemplo, en la disculpa de ayer por los excesos y delitos (por primera vez dijo “delitos”) del gobierno de su padre y su intento de desmarcarse de su autoritarismo (“me quedan las dudas si es que no se agotaron todas las formas democráticas para evitar [el autogolpe del 92]”)? ¿Es exagerado pensar que el gobierno de Keiko significa una vuelta al fujimorismo?

Cuando veo la extrema facilidad con que muchos se adhieren a Keiko, percibo dos cosas: ignorancia o falta de memoria sobre la desgracia que significó para el Perú el gobierno de Fujimori (que fue mucho más criminal y delictivo que la primera década de Hugo Chávez); e ignorancia sobre el entorno de Keiko y la manera como ella ve a su padre.

Keiko ha dicho reiteradamente que su padre lideró “el mejor gobierno que ha tenido el Perú.” Su hermano Kenji señaló tras su victoria al Congreso hace dos semanas: “Lo tomo como la reivindicación del gobierno de mi padre, como la reinvindicación de las obras y de los logros de Alberto Fujimori”.

Y luego está el entorno, salpicado de viejos rostros del fujimorismo como Carlos Raffo (ahora distanciado), Marta Hildebrandt (cuya vocación autoritaria no parece ser producto del oportunismo ni la vagabundería, sino de la genética), Luisa María Cuculiza, Luz Salgado, Luis Delgado Aparicio, Martha Chávez, un grupo de personajes repelentes que da miedo imaginar de nuevo en posiciones de poder.

Martha Chávez, famosa por pedir amnistía para La Colina y por decir que los asesinados de La Cantuta se “autosecuestraron,” fue una especie de Cilia Flores de Alberto Fujimori (pero peor).

Su última gracia fue amenazar, hace días, al presidente de Poder Judicial peruano, César San Martín, diciéndole que cuando gane Keiko rendirá cuentas por haber condenado a Alberto Fujimori a 25 años de cárcel.

Martha Chávez también aplaudió públicamente un ataque violento de fujimoristas al monumento “El ojo que llora,” una escultura que fue construida en memoria de las víctimas del terrorismo y que ella considera un insulto a Fujimori.

Y, como Cuculiza, se opone a la construcción del Lugar de la Memoria, un monumento también hecho para rememorar a las víctimas de la violencia política.

Ayer, diez días después de la amenaza a San Martín, Keiko por fin se pronunció claramente sobre estos temas:

“Si se han entendido las declaraciones de Martha Chávez como una amenaza,” dijo, “yo las desautorizo. Las rechazo.”

Casi al mismo tiempo otro fujimorista, Rolando Souza, declaraba sobre el Lugar de la Memoria: “Esperamos apoyar a un lugar que tenga una versión equilibrada de las cosas.”

“Si se han entendido.” “Versión equilibrada.”

Palabras que, viniendo del fujimorismo, uno no puede evitar leer con paranoia.

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