El enigma de Baduel

Miércoles, 17 de septiembre de 2008

I. Personaje de novela

De todos los personajes de la era de Chávez en Venezuela, el general Baduel es uno de los que más llama la atención, quizá porque es el más novelesco.

En primer lugar está el exotismo de su personalidad. La cara de hindú. La elegante seriedad. Su cristianismo. Su taoísmo. Su ecumenismo. Su pasión por Sun Tzu, Lao Tsé y otros clásicos orientales. Su dicción. La precisión alemana con que construye oraciones.

Luego están las inconsistencias de su biografía. Primer acto: Se hace amigo de Hugo Chávez en los setenta. Funda con él el MBR-200 en el 82. Es uno de los cuatro que se juramenta bajo el Samán de Güere. Pero luego se niega a participar en el golpe del 92 por respeto a la Constitución.

Segundo acto: Acepta el cargo de secretario privado del presidente. Se convierte en el héroe mayor del chavismo en abril de 2002. Llega a ministro de Defensa. Pero luego rompe con Chávez porque advierte lo que ya, desde hacía tiempo, era obvio: que el proyecto de Chávez es, sobretodo, personalista. Que su intención es hacer todo lo posible para eternizarse en el poder.

Otro detalle interesante de su biografía. Pasó por la celebérrima Escuela de las Américas, en su sede de Fort Benning, Georgia, a principios de los noventa. Y, lo mejor, dice haberla pasado bien. Es decir, el general Baduel, el que fue durante un año ministro de Defensa del gobierno más antiestadounidense en la historia de Venezuela, dice tener buenos recuerdos de su etapa en la Escuela de las Américas y no haber visto absolutamente nada que confirmara la mala reputación de la escuela. Y esto no lo dice ahora. Lo dijo, cuando era ministro, en una extensa entrevista que le hizo Voltairenet.org.

En definitiva, Baduel es un personaje complejo, enigmático, lleno de contradicciones. Un personaje que me atrae no sólo por mi interés en la política venezolana, sino también por mera curiosidad literaria.

Por eso, decido contactarlo.

II. Discípulo de Lao Tsé

En los cuarenta minutos que dura la entrevista, Baduel anda siempre con mucho cuidado, pendiente de donde está y de los obstáculos que vienen, como si con cada frase se estuviese jugando su reputación.

Le tiendo algunas trampas, pero él hábilmente las esquivas. Trato de desviar la conversación hacia ciertos temas, pero él siempre mantiene firme el timón de lo que dice. Ni una sola vez sucumbe al chisme, la confidencia o la anécdota. Cada palabra que pronuncia carga con el lastre de la convicción y la responsabilidad. Después de hablar con él uno entiende mejor su rompimiento con Chávez: en muchos sentidos son polos opuestos.

Esta falta de espontaneidad, esta extrema responsabilidad al hablar –tan poco latina, por cierto–, a veces exaspera, y sobretodo frustra, porque limita la flexibilidad del diálogo.

Primer ejemplo. Le pregunto si se define a sí mismo como izquierdista. Baduel me dice algo razonable: que los términos son tan vagos y amplios que han perdido su utilidad. Pero insisto: le pregunto por la socialdemocracia europea, por la “izquierda” de Felipe González o de Tony Blair, por la tercera vía de Giddens, por los escandinavos. “¿Dónde, general Baduel, se coloca usted en este debate?” Baduel me responde que él, sobretodo, es un demócrata. Una persona que piensa que la democracia es el mejor sistema de gobierno. Una frase que ha podido venir tanto de Evo Morales como de Milton Friedman.

Otro ejemplo. Le pregunto sobre el discurso antiimperialista de Chávez. Llevo varios días pensando la mejor manera de articular esta pregunta.

“General Baduel, ¿puede contrastar su visión de Estados Unidos con la del presidente?”.

Larga y distendidamente, Baduel me responde que Chávez utiliza el discurso antiimperialista como una herramienta para alcanzar objetivos políticos internos. En otras palabras, no llega siquiera cerca de responder la pregunta que le hice.

Poco a poco, me voy dando cuenta que la entrevista no va a ser fructífera. Como un político en campaña, Baduel siempre está “on message.” Pero hay algo que lo separa del político-candidato. Debajo de esa exagerada prudencia y responsabilidad con que habla no se embosca una intención manipuladora. No noto en él un deseo de venderme una imagen. Tampoco percibo el cinismo y la vagabundería que he notado en gentuza como Cilia Flores, Diosdado Cabello y Nicolás Maduro. Me da la impresión de que, en conversación, Baduel tiene como guías a sus maestros orientales. No olvida nunca esa frase de su ídolo Lao Tsé: “El que sabe no habla, el que habla no sabe”

III. En su laberinto

Baduel es una prueba viviente de la extrema polarización que se vive en Venezuela. Algunos radicales de la oposición lo ven como un agente de Chávez, parte de un plan siniestro del presidente para crear una oposición leal a él. Algunos chavistas radicales lo ven como un traidor/conspirador que renunció al gobierno para planificar un golpe de Estado.

Antes de la entrevista, un amigo moderado, que está muy lejos de ambos extremos, me dice que no me debo dejar engatusar por Baduel y me recuerda dos cosas que no necesito que me recuerden.

Número uno. Cuando Chávez dijo que la Fuerza Armada Nacional era “roja, rojita” a finales de 2006, poco después de que Rafael Ramírez acuñara la frase, Baduel dio unas declaraciones en las que traslució claramente su incomodidad con lo dicho por el presidente. Pero, cuando Chávez reiteró lo mismo unos días después, el general guardó silencio.

Número dos. Bajo el mando de Baduel se implantó en la FAN el saludo “patria, socialismo o muerte.” Esto lo ha recordado varias veces el general retirado Franscisco Usón, que lo acusa de permitir “la mayor destrucción moral de la FAN.” También lo ha resaltado el general de brigada (activo), Ángel Vivas Perdomo, que también responsabiliza a Baduel de aprobar el uso de la consigna.

Uno puede ir más atrás. Baduel habla ahora de la Constitución, y de cómo Chávez la viola a cada rato, pero cuando aceptó el cargo de ministro de Defensa, ya habían ocurrido muchas cosas. El secuestro oficialista de las principales instituciones. Las trampas y el grosero ventajismo que precedieron varios procesos electorales. La McCarthiana depuración de PDVSA. Las listas Tascón y Maisanta. La orden de Chávez de ejecutar el Plan Ávila el 11 de abril. Etcétera, etcétera, etcétera.

Entre el golpe del 92 y el 2007, el posicionamiento moral de Baduel frente a las políticas de Chávez fue ambivalente. Baduel me asegura, por ejemplo, que no se unió al golpe del 92 porque estaba en contra del uso de la fuerza para llegar al poder.

Está bien. Una decisión admirable.

Sin embargo, después del golpe, cuando Chávez estaba preso, Baduel lo visitó en la cárcel y se mantuvo en contacto con él “compartiendo ideas y planteamientos.” Luego, cuando Chávez llegó a la presidencia, Baduel aceptó ser su secretario privado. Claramente, la fraternidad intelectual con Chávez sobrevivió el golpe innecesario del 92, en el que murieron, como temía Baduel que ocurriera, al menos catorce personas.

Uno de los momentos más tensos de la entrevista, quizá el único momento en el que percibo una triza de impaciencia en la voz de Baduel, es cuando le pregunto sobre su época de secretario privado.

“¿Notó en ese entonces, en el día a día de su trabajo como secretario privado, las tendencias autocráticas del presidente? ¿Notó en su trato personal con su viejo amigo, ya entonces envalentonado por el poder, el maniqueísmo, la intolerancia y su incapacidad para el debate racional que luego se haría tan evidente?”

Una vez más, Baduel evade mí pregunta. Insisto una, dos veces más, pero Baduel me interrumpe, diciendo, casi en tono de regaño, que es absurdo perder el tiempo en trivialidades cuando el país “está a punto de irse por el desfiladero.” Hablamos, entonces, de su propuesta de convocar una Asamblea Constituyente –una propuesta que no ha resonado en ningún sector de la oposición ni del chavismo disidente, pero que él ve genuinamente como una salida a la crisis.

Al final de la entrevista, cuando me estoy despidiendo, Baduel, con la extrema decencia que lo caracteriza, se disculpa por la calidad de la comunicación y me pide perdón “en el caso de no haber respondido algunas de mis preguntas con suficiente precisión.”

Sonrío. Si no fuese por la sinceridad en su tono de voz, pensaría que el comentario es sarcástico. Pocas veces he hecho una entrevista tan superflua. Mi opinión de él sigue intacta, lo cual quizá dice cosas buenas de Baduel.

¿Y cuál es esa opinión?

En primer lugar, no creo que Baduel sea un aliado disfrazado del presidente Chávez. Ese argumento tiene un tufillo a teoría de conspiración. Pero tampoco creo en un repentino despertar de consciencia. Es decir, no creo que, de un día a otro, Baduel se dio cuenta que andaba por mal camino y decidió rectificar.

Pienso que esa decisión de romper con Chávez se cocinó a fuego lento. Fue producto de la tensión entre dos fuerzas. De un lado, su amistad inmemorial con Chávez. El peso de un sueño de país compartido durante mucho tiempo. La tentación de hacer historia (¿cuántas personas dejan pasar el tren de la historia cuando les pasa tan cerca?)…Y quizá, por qué no, la tentación del poder. Todo esto ayudó a Baduel a encontrar maneras rebuscadas de racionalizar su posición dentro del chavismo.

Del otro lado, la presión de su consciencia. Darse cuenta que el proyecto de Chávez estaba muy lejos del proyecto que él tenía en mente cuando prestó juramento frente al Samán de Güere. Advertir, poco a poco, que la “revolución” de Chávez es, sobretodo, un proyecto autocrático y autoritario. Chocar con la dura realidad de un sueño que se fue por el “desfiladero.”

Puede haber un tercer factor, un factor que ignoramos quienes no conocemos desde adentro los entresijos del chavismo. Puede ser que Baduel estaba siendo marginado. Que su descontento con Chávez es, en gran parte, una consecuencia de sentir que iba a ser desplazado a una esquina recoleta de la revolución.

Esto es una posibilidad. Las cosas rara vez son blanco y negro.

Pero mis instintos me dicen que Baduel es, en el fondo, un hombre decente que rompió con Chávez pujado, en primera instancia, por su consciencia, por ser fiel a sus creencias religiosas y principios éticos.

Veremos si el tiempo les da la razón.

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