Jueves, 17 de marzo de 2011
A través del boletín de Gustavo Tarre sobre las actividades de la Asamblea Nacional, me entero de los detalles de un incidente que no recibió mucha atención.
A principios de febrero se publicó en Gaceta Oficial una resolución para prohibir fumar cigarrillos en lugares públicos. Unos días después, el 15 de febrero, apareció en Gaceta otra resolución dejando sin efecto esta prohibición. Y tres días después, el 18, volvió a aparecer en Gaceta una resolución idéntica a la primera, prohibiendo otra vez fumar en lugares públicos.
¿Qué explica esta errática publicación y derogación de decretos en Gaceta Oficial?
La ministra de Salud, Eugenia Sader, ofreció una explicación.
Afortunadamente, con un poco de imaginación y sentido común uno es capaz de traducir esta difusa declaración en una explicación coherente:
La ministra seguramente quizo decir:
1) Se emitió la primera resolución=>2) Se decidió después de emitir la resolución que se debía hacer una evaluación pública=>3) Se derogó la resolución=>4) Se hizo la evaluación donde mucha gente contribuyo con “votos y firmas”=>5) Se emitió otra vez la misma resolución, esta vez basada en la evaluación.
Ahora bien, ¿qué implicaciones tiene todo esto?
Gustavo Tarre retruca:
Independientemente de las bondades que para la salud de los venezolanos trae consigo cualquier restricción al uso del tabaco, ¿alguien entiende este galimatías? ¿Desde cuándo se publica algo en Gaceta Oficial para luego realizar una “evaluación pública”? ¿No es más práctico realizar la evaluación antes de publicar la resolución? ¿Y qué significado tiene en el ordenamiento jurídico venezolano “tener suficientes firmas y suficientes votos” en respaldo de una resolución? ¿Quiénes tienen derecho a firmar y a votar? ¿Quién contó los votos y las firmas?
La explicación, claro, no es la que ofrece la ministra.
El rumor es que el SENIAT se opuso a la medida porque, con esa prohibición, dejaba de recibir unos quinientos millones de bolívares fuertes.
Quizá el presidente dio una orden, el SENIAT trató de revertirla pensando (no sin razón) que el asunto podía pasar por desapercibido, pero Chávez se enteró de la maniobra y volvió a imponer su voluntad.
¿Revolucionario?
No: más bien chapuritario.
Chapucería y autoritarismo, en un solo plato.
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