Sábado, 6 de abril de 2013
Primero un rápido resumen. El año pasado las autoridades en Cuba informaron que el disidente cubano Oswaldo Payá había muerto en un accidente automovilístico. Tres personas viajaban con él y las dos personas que sobrevivieron el accidente, un político español, Ángel Carromero, y uno sueco, Jens Aron Modig, corroboraron lo dicho por el gobierno de la isla: la causa del accidente fue exceso de velocidad.
Carromero fue condenado en Cuba, pero lo repatriaron para que cumpliera la condena en su país.
Ahora que está a salvo en su país Carromero está diciendo que las autoridades cubanas lo arrestaron, lo sedaron y lo obligaron a mentir sobre la muerte de Payá. Asegura que el accidente fue causado por el impacto de otro automóvil que venía siguiéndolos. El sueco dice no recordar nada pero “no pone en duda” la veracidad de lo dicho por su amigo español.
El NYT le pidió a Robert Pastor, ex asesor de Jimmy Carter, su opinión sobre el caso:
“Without prejudging such an investigation, a knowledge of the ways in which the Cuban Communist government deals with dissent would lead one to be skeptical of charges that he would have been deliberately targeted for such an accident by the central government. Whether incompetent or overzealous local officials acting on their own might have done something that led to the accident is a different question.”
Vaya, vaya. Tenemos que agradecer al señor Pastor por hacer tan importante distinción. Una cosa es ordenar deliberadamente el asesinato de Payá. Otra cosa es que un esbirro medio loco se haya excedido y al gobierno cubano no le haya quedado más camino que fabricar una historia para tapar este “exceso” y luego obligar a un testigo a corroborar esta historia. ¿Cómo? Encerrándolo en un pestilente calabozo, sedándolo y amenazándolo de muerte. Y luego, de paso, obligándolo a actuar en un reportaje de la TV cubana.
Hay que saber diferenciar, por favor. Tampoco se trata de calumniar a los cubanos.