Lunes, 20 de agosto de 2012
Conversando sobre la masacre de Yare con el director de la ONG Una Ventana hacia la Libertad Carlos Nieto Palma, dos cosas me llamaron la atención.
En primer lugar, Nieto Palma no tiene una actitud de “yo lo dije” ante el hecho que él y varios otros advirtieron que era una pésima idea llevar a los presos de La Planta a Yare cuando cerraron La Planta. El traslado, advirtió Carlos, no sólo agravaría el problema del hacinamiento, también provocaría un cruento enfrentamiento entre los líderes de Yare y los trasladados.
Y, en efecto, eso fue exactamente lo que ocurrió el domingo. Pero Carlos habla como si no ser escuchado fuese normal. Yo fui el que tuve que enfatizar la importancia de sus advertencias. El detalle de que, si él y otros hubiesen sido escuchados, 25 personas estarían vivas.
En segundo lugar, sorprende que las llamadas “pernoctas,” la población visitante que pasa los fines de semana en la cárcel, no reciban mayor atención. En Yare esta población representa casi el 50 por ciento del número total de reclusos (que son un poco más de 3 mil).
¿Cómo lo sabemos?
Porque ahora hay en Yare 1200 visitantes que estaban allí el domingo cuando ocurrió la masacre y ahora se niegan a salir porque, comprensiblemente, no quieren dejar solos a sus familiares o amigos recluidos.
Imagínense el nivel de hacinamiento. Yare se construyó para 750 reclusos y ahora hay más de tres mil.
Y esto sin contar las “pernoctas.”
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