Sobre la abstención

Martes, 16 de octubre de 2007

Los que promueven no participar en el referendo para aprobar o no la reforma de la Constitución esgrimen argumentos sólidos. Dicen, en primer lugar, que la reforma es inconstitucional y que los cambios que busca el presidente Chávez son tan fundamentales que sólo pueden hacerse a través de una Asamblea Constituyente elegida por el pueblo. También dicen que la oposición no cuenta con garantías suficientes de que el proceso electoral será justo y transparente.

Coincido plenamente con estos señalamientos, pero de igual modo pienso que el mejor camino para la oposición es participar.

¿Por qué estoy a favor de votar? En primer lugar, creo que es más fácil movilizar a la oposición en torno a un objetivo claro y preciso. Los que están a favor de la abstención promueven la resistencia activa –es decir, abstenerse pero al mismo tiempo convocar marchas, protestas, etc. Aunque esta es una propuesta válida, creo que el voto es un mejor incentivo para movilizar y salir a recorrer el país para atraer el voto chavista –objetivo que debe ser la piedra angular de la estrategia de la oposición. Una clara demostración del poder de la participación fueron las elecciones presidenciales de 2006, que marcaron el final de una oscura etapa de desmoralización e inactividad de las fuerzas opositoras. Se puede discutir si en el largo plazo se ganó algo con la participación en las elecciones presidenciales (la popularidad de Chávez sigue siendo alta), pero lo que no se puede poner en duda es que la oposición se reanimó con ese proceso.

En segundo lugar, pienso que es importante aprovechar todos los espacios democráticos que aún no han sido cerrados por el gobierno. Es cierto que en el proceso electoral habrá ventajismo y discriminación. Es cierto que el gobierno continuará utilizando groseramente recursos del Estado y que cuenta con el poder para perpetrar un fraude. Pero también es cierto que, con la ayuda de los observadores internacionales, se puede presionar al gobierno para que el conteo de los votos sea lo más transparente posible. En las pasadas elecciones, presionando al CNE, la oposición logró que se auditara el software de totalización, logró garantizar el secreto al voto, logró que se le entregara una copia del acta de resultado con el desglosado de las mesas que componían esa acta, y se pudo abrir y revisar aleatoriamente el 54 por ciento de las cajas. Es verdad que la situación está lejos de ser ideal y no tengo duda de que el CNE estaría dispuesto a revertir muchas de estas concesiones si las circunstancias lo exigen (ejemplo: un Chávez menos popular), pero nuestro trabajo es dificultarle esta tarea al consejo. No hay fraude perfecto. Para el gobierno no es fácil controlar las instituciones, ni mucho menos llevar a cabo un fraude electoral. Mientras más presión se ejerce sobre el CNE más difícil se le hace al gobierno hacer trampa.

Esto me lleva a mi último punto. Hasta ahora el fraude en el conteo de votos, si lo ha habido, no ha sido evidente. ¿Hubo fraude en el RR de 2004? Es posible. Pero lo importante no es si hubo o no hubo fraude. Lo importante es que la mayoría de los venezolanos piensa que no lo hubo. Incluso dentro de la oposición hay muchos que piensan que Chávez recibió más votos que la oposición (aunque quizá no con una ventaja del 20 por ciento). Es decir, en Venezuela no ha pasado aún lo que pasó en Perú en el 2000 con Fujimori. Todavía no ha habido unas elecciones donde el fraude –me refiero exclusivamente al conteo de los votos– sea evidente, porque hasta ahora la popularidad de Chávez ha sido alta en todos los procesos electorales. Al menos lo suficientemente alta como para que cada una de sus victorias (incluso en el RR) haya sido, en su momento, factible. Si nos acostumbramos a participar y en las próximas elecciones presidenciales o referendo creamos una situación en la que obligamos al gobierno a irrespetar claramente la voluntad de la mayoría, el régimen podría desmoronarse. Ante la presión popular, instituciones claves podrían retirarle su apoyo. Quizá las posibilidades de crear un escenario como éste son muy bajas, pero el camino de la abstención pacífica es aún más desolador.

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