Jueves, 20 de enero de 2012
Es tentador interpretar la alta abstención opositora en la elecciones del 16D como el resultado de la desmoralización que se abatió sobre la oposición después de las presidenciales, o como el triunfo de un grupo de fraudólogos que lograron convencer a una porción del electorado de que el voto es inútil.
Pero, leyendo a Eugenio Martínez, pienso que algunas de estas explicaciones podrían no tener mucho peso. Después de todo, la abstención del chavismo fue casi tan alta como la de la oposición y en los estados gobernados por la oposición la participación fue más alta. Si la abstención opositora fue el resultado de la desmoralización y la desconfianza en el sistema electoral, ¿por qué la abstención del chavismo, que contaba con muchos más recursos para movilizar el voto, fue casi igual de alta?
Por supuesto, la abstención de la oposición puede ser producto de la frustración y la desconfianza, mientras que la abstención oficialista puede ser producto de otras razones. Es decir, la abstención puede tener causas diferentes en cada bando. En los estados opositores quizá la participación fue más alta porque el oficialismo invirtió más en movilizar su voto.
Pero también es posible que tanto la oposición como el chavismo no hayan salido a votar por simple fatiga electoral o por una combinación de fatiga y de pensar que en las elecciones regionales no está demasiado en juego.
¿Por qué esto importa?
Porque si el electorado de la MUD ahora ve al oficialismo como invencible o dejó de ver el voto como una poderoso herramienta de lucha la oposición está en problemas. Pero a mí me da la impresión de que el 16D no es un hito que marque una nueva y negativa tendencia, sino más bien un blip.
Ojalá no me equivoque.
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