Miércoles, 6 de abril de 2011
El caso Rosenberg en Guatemala, relatado con lujo de detalles en un reportaje publicado recientemente por The New Yorker, es una invitación a reconsiderar la compleja relación entre realidad y ficción.
¿Qué pasa cuando la realidad se asemeja a una pésima novela, llena de enrevesadas conspiraciones, giros improbables y melodramáticas motivaciones? ¿Qué pasa cuando una historia real parece escrita por un guionista novato que, sin el más mínimo tacto artístico, le da rienda suelta a su imaginación sacrificando en el proceso los más elementales estándares de coherencia y verosimilitud? ¿Qué pasa cuando la realidad de un país se parece al cine más pobre y escapista de Hollywood?
Muchos dicen que, con los blockbusters hollywoodenses, la gente simplemente busca escapar la realidad, sumirse en un mundo de fantasía que los divierta y los saque por dos horas de la gris monotonía de sus vidas. El hombre va al cine para divertirse y olvidarse de sus problemas, no para recordarlos y revivirlos.
Pero en Guatemala estas historias exageradas y poco creíbles parecen ser la realidad.
Si no me cree, lea usted mismo el reportaje de Grann.
Tribuna:
- Último ensayo sobre la lucha antidrogas, La eterna derrota. Para escuchar una opinión opuesta vea la entrevista que le hizo Andrés Oppenheimer al ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe.
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