Domingo, 24 de febrero de 2012
Hablando de sorpresas de la escasez y de los diferentes tipos de corrupción, mi apreciado Francisco Escauriza me envió este iluminador reportaje de su tocayo Francisco Olivares publicado en El Universal. Y la investigación de Olivares parece un manual sobre cómo matar una industria en poco años.
Olivares revela que en 2007 Venezuela era el cuarto mercado automotor del continente y ahora somos el noveno gracias a una ola de controles financieros y leyes regulatorias que han desplomado la producción:
…60% de los componentes de los vehículos que se ensamblan en el país vienen del exterior y esa es la principal alcabala que frena la producción. El cierre del mercado de permuta que permitía la adquisición de bonos para la compra de dólares fuera de CADIVI y ahora la eliminación del SITME, han sido factores fundamentales en la caída de la producción. 2012 cerró con una producción de 104.083 vehículos y una importación de apenas 25 mil: una ecuación mortal para un mercado de 300 mil clientes al año.
Pero el drama no termina allí, el productor debe sufrir la calamidad que se vive en los puertos venezolanos con el congestionamiento y el matraqueo del que nadie se salva.
La materia prima que proviene del propio país, de las industrias estatizadas, también padecen de escasez, ineficiencia y sufren el problema de la corrupción, venta paralela de cupos, especialmente desde las empresas de Guayana.
Igualmente deben superarse varias barreras como lo es el MEIV que es la licencia para importar el material para el ensamblaje de vehículos. Esa licencia se otorga una vez al año y debe ser entregada el año anterior, pero ocurre que el trámite se retrasa de 3 a 6 meses lo que hace que se paralice la producción.
Existe otro trámite que es el CNP o certificado de no producción que es un requisito exigido para obtener la divisas. Este certificado también produce retrasos y cada materia requiere de un certificado por separado.
Ahora bien, díganme ustedes si esto no ilustra que en Venezuela es simplemente imposible ser productivo y eficiente, y al mismo negarse a incurrir en actos de corrupción. La eficiencia o llevar bien un negocio requiere de corrupción, lo cual me recuerda a Luis Tascón diciendo con incisiva elocuencia que en Venezuela “la corrupción es la grasa que lubrica el funcionamiento del Estado y dinamiza sus procesos.” Si de un día a otro todos los productores y los importadores deciden no pagar coimas o comisiones a funcionarios para agilizar permisos o sortear regulaciones el país sencillamente se paraliza y colapsa.
Ahora miren esto:
Los contratos colectivos establecen cláusulas según las cuales cada trabajador tiene derecho a la adjudicación de al menos un vehículo por año. “Cuando la venta del vehículo (al trabajador) fuere de contado, la empresa conviene en vendérselo al precio que fija a sus concesionarios y no podrá comprar el trabajador más de dos vehículos al año”. Establece el contrato de una importante ensambladora en la que permite la compra de hasta dos vehículos por año.
Adicionalmente las ensambladoras tienen convenios con los sindicatos por los cuales se les asignan entre 80 a 100 unidades. Pero también algunos grupos de trabajadores tercerizados tienen en sus convenios cláusulas para asignación de vehículos. Sólo este mercado se lleva 20% aproximado de la producción nacional.
Estos empleados, por supuesto, reciben sus vehículos y luego los venden al doble.
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