Jueves, 2 de diciembre de 2010
Ya lo han dicho otros: la gran noticia de WikiLeaks y Venezuela no es lo que saben los diplomáticos de Estados Unidos, sino lo que no saben. O dicho de otro modo, no hay nada que revelen esos cables que no sepa una persona medianamente informada sobre lo que ocurre en Venezuela.
Yo me lo sospechaba.
Hace unos años un analista político de una de esas famosas consultoras me dijo que a veces lo irritaban los funcionarios del Departamento de Estado. “Cuando uno discute con ellos,” me dijo, “siempre te miran con una sonrisita condescendiente, como diciéndote con la mirada ‘yo tengo acceso a información privilegiada así que no me discutas.” El analista no les creía. “Eso de la información privilegiada,” me decia, “es bullshit.”
Pues bien, mi amigo tenía razón. Una vez más, un accidente ha revelado que Estados Unidos no es tan ubicuo y todopoderoso como muchos piensan. Es una ironía que sea más en la izquierda, y sobre todo en la izquierda radical antiestadounidense, donde se originen estas fabulas sobre las cualidades sobrehumanas del State Department y la CIA. Este odio visceral, combinado con la atribución de poderes especiales a los gringos, es un síntoma, creo, de un complejo de inferioridad.
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