Martes, 5 de julio de 2011
Esto ya lo he señalado antes en este blog.
En unos de sus diarios la gran novelista Virginia Woolf apuntó: “The reason why it is easy to kill another person must be that one’s imagination is too sluggish to conceive what his life means to him.”
La razón por la cual es fácil matar a otra persona debe ser que la imaginación de uno es demasiado perezosa como para concebir lo que la vida de la víctima significa para él.
Me parece acertada esta equivalencia que hace Woolf entre la empatía y la imaginación.
Aunque yo quizá añadiría algo a la frase. Diría “lo que su vida significa para él, su familia, sus amigos y la sociedad en general,” porque matar afecta no sólo a la víctima.
Recordé esta equivalencia ayer, leyendo sobre las repentinas medidas que ha tomado el Poder Judicial en el caso de Alejandro Peña Esclusa, preso político que, como Hugo Chávez, padece de cáncer.
Todo parece indicar que Peña Esclusa va a poder afrontar su juicio y su tratamiento en libertad, acto que es difícil no relacionar a la enfermedad del presidente.
¿Asistió la enfermedad de Chávez su imaginación, lo cual causó un brote de empatía que lo hizo dar la orden de liberar a Peña Esclusa? ¿Fue saber de primera mano lo que se siente tener cáncer lo que motivó este repentino acto de compasión?
Esa podría ser parte de la explicación.
La otra podría ser superstición. Chávez, que según su propias palabras ha rezado mucho para curarse, podría pensar que su indiferencia frente a las enfermedades de los presos políticos podrían disminuir la eficacia de sus rezos.
Su renuencia a atacar e insultar a la oposición desde que se enfermó refuerzan esta hipótesis. No digo que esto vaya a durar, pero en su discurso el odio –por ahora– ha prácticamente desaparecido.
Así como un hilo invisible conecta la imaginación con la empatía, otro conecta el miedo con la superstición.
Share