Lunes, 27 de septiembre de 2010
¿Qué significan los resultados de las elecciones legislativas, en los que el chavismo no alcanzó su meta de alcanzar una mayoría de dos tercios y la oposición, al parecer, obtuvo un 52 por ciento del voto popular?
Los resultados, en primer lugar, son una prueba notoria de las manipulaciones de leyes y circuitos electorales que, previendo una votación como la de ayer, se pusieron en efecto para favorecer al gobierno. Se materializó, con datos duros y fáciles de asimilar a primera vista, el abismo entre los votos y la composición de la Asamblea Nacional.
Chávez, por su parte, no puede desafarse fácilmente del resultado. Aunque sigue siendo más popular que sus diputados, y también sigue siendo el político con más arrastre popular del país, su figura fue el sol de la campaña electoral, alrededor del cual giraban todos los candidatos del PSUV. Una pérdida del voto popular sería en buena medida una derrota del presidente.
En segundo lugar, el número de diputados que ganó la oposición no es desdeñable. Un analista de Moody’s declaró que la gente está prestando “demasiada atención al tema de los dos tercios porque de cualquier manera el Gobierno seguirá teniendo un amplio margen de maniobra.” En parte tiene razón. Chávez sigue teniendo un considerable margen de maniobra y, como ya lo ha hecho con gobernadores y alcaldes opositores, podría valerse de cualquier trampa o triquiñuela para quitarle poderes a la AN o aumentar los poderes de la mayoría simple que obtuvo ayer.
Sin embargo, el objetivo de la oposición es precisamente ése: hacerle la vida más difícil a Chávez. Colocarle piedras en el camino. No habiendo un verdadero Estado de derecho en Venezuela, a la oposición no le queda sino ponerle trabas y obstáculos al gobierno, aprovechando cada espacio restante del andamiaje democrático que Chávez todavía no ha logrado demoler. Poco se puede hacer para castigar los abusos del presidente. Pero mucho se puede hacer para estorbar sus planes e incluso forzarlo a moderarse y retroceder.
Por otra parte, la meta de la oposición era los dos tercios. Si se fracasaba en ese objetivo, se corría el riesgo grave de división y desmoralización. Con los resultados de ayer, la oposición reafirmó una estrategia que, en sus lineamientos generales, es la correcta: la unidad y la participación. La lucha por defender y reconquistar espacios institucionales sin los cuales va a ser difícil preservar las garantías institucionales necesarias para derrotar a Chávez en las elecciones presidenciales de 2012.
Cuando se compite en un terreno electoral tan desnivelado, que estira la definición de democracia hasta casi volverla inútil, no es fácil lograr un consenso en torno a esta estrategia.
La historia le reconocerá este gran logro a la oposición.
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