Lunes, 11 de marzo de 2013
Vaya situación la de Henrique Capriles.
La batalla electoral que confronta es cuesta arriba, no sólo porque una vez más está compitiendo contra todo el poder y los recursos de un petroestado autoritario. También porque tiene que remar en contra de la marea de sentimientos y emociones que ha desatado la muerte de Chávez. Sin ánimos de descorazonar, Cristina Kirchner subió 20 puntos en las encuestas después del fallecimiento de su esposo.
Pero la pelea es peleando y Capriles tomó la decisión correcta: participar en las elecciones y hacer todo lo posible por ganar bajo condiciones supremamente adversas.
Políticamente -hay que decirlo- no tenía opción. No competir y tomar la ruta abstencionista hubiese despedazado a la MUD. La oposición lleva años, acertadamente, forjando un consenso de hierro en torno a la participación. Para Capriles no era posible arrear a las fuerzas de la MUD hacia una posición unitaria que no fuera participar en las elecciones. Y, dividir a la oposición en este momento, hubiese sido un error imperdonable.
Pero Capriles tuvo el tino político de no irse por ese camino y lanzarse al ruedo, dando un discurso que -si no me equivoco- electrificó a la base opositora y la insufló con nuevas esperanzas -esperanzas que los golpes electorales del 7 de octubre y el 16 de diciembre habían mermado hasta casi desaparecer.
¿Cuáles fueron los aciertos del discurso? En primer lugar se olvidó de Chávez y su legado, y se enfocó en el vicepresidente Maduro; no tocando al muerto ni faltándole el respeto a los que están de duelo, sino señalando una verdad tan incontrovertible como un templo: los herederos del presidente jugaron y manipularon las esperanzas y sentimientos de millones de venezolanos con propósitos electorales; la ambición de poder y el miedo a perderlo llevó a Maduro a mentir a los chavistas sobre un asunto sacrílego: la vida y la salud del presidente Chávez.
El segundo acierto fue endurecer su discurso, un requisito indispensable para unir a la oposición organizada detrás de él, parte de la cual llevaba un tiempo algo decepcionada por una retórica que percibía como suave y obsecuente. Yo desde hace tiempo vengo diciendo que es perfectamente factible un discurso que sintetice -como dice Martínez Meucci- la lucha electoral y la lucha por el Estado de Derecho. Pero más allá de ese debate creo que el nuevo tono fortalece la unidad y sólo si la oposición está unida Capriles tiene chance de ganar.
Ya soy viejo baqueano en lo que se refiere a no dejarme cegar fácilmente por brotes repentinos de emoción colectiva. La batalla sigue siendo cuesta arriba y creo que a ningún líder de la oposición le gustaría estar en la posición en la que se encuentra ahora Henrique Capriles, quien se está jugando su carrera política con estas elecciones.
Pero mi impresión es que Capriles logró que muchos venezolanos recuperaran la esperanza.
Y ninguna batalla dura se gana si no hay esperanzas.
Share