Lunes, 13 de febrero de 2012
Hace unos años la oposición venezolana se encontraba dividida y atomizada, enredada en debates absurdos e irrelevantes, pensando constantemente en atajos al poder y perdida en el laberinto de la abstención. Muchos opositores del presidente estaban avergonzados de su dirigencia y el consenso fuera del país era que la oposición estaba muy lejos de erigirse como una alternativa seria a Hugo Chávez. Desde entonces el panorama ha cambiado radicalmente. A partir de 2006 la oposición decidió poner la casa en orden y encarrilarse en una estrategia más sabia y pragmática que le ha dado claros réditos políticos y electorales. Sin duda alguna las primarias que se celebraron ayer, cuyo nivel de participación excedió por más de un millón de votos los pronósticos más optimistas, son un hito importantísimo en este proceso gradual de rectificación.
Pero no hay que perder demasiado tiempo celebrando; el reto que confronta ahora la alternativa democrática es enorme. Para comenzar, el gobierno ha decidido supeditar la economía nacional a las elecciones presidenciales de octubre, una estrategia irresponsable y suicida en el largo plazo pero que le va a dar votos. Esta fórmula electoral es ya conocida: aprovechar los altos ingresos petroleros y endeudarse para expandir el gasto público y apuntalar el consumo, generando una sensación de bonanza que coloque al presidente en un posición ventajosa frente a su adversario opositor. Ya en enero de este año el gasto se disparó a casi el doble respecto a enero del año pasado y la proyección del aumento en 2012 es del 20 por ciento.
Y este gasto, por supuesto, tiene toda clase de implicaciones electorales. El ventajismo este año tocará extremos nunca antes alcanzados. Una dimensión es la extrapresupuestaria, ligada a fondos nebulosos y cuasifiscales adonde el gobierno ha desviado ilegalmente miles de millones de dólares que gasta a discreción. Otra es la presupuestaria. Los programas sociales, por ejemplo, se utilizan sistemáticamente como pantallas de proyección de propaganda política y electoral. A estos programas ya se les asignó en la Ley de Presupuesto 2012 27 mil millones de bolívares (25 por ciento más que en 2011), una cantidad exorbitante de dinero que compite con la suma de los presupuestos de todas las gobernaciones. Buena parte de los presupuestos de algunos ministerios, como el de Comunicación y el de Cultura, pueden ser etiquetados responsablemente como gasto electoral.
Por otro lado, el gobierno ha hecho todo lo posible por asfixiar las potenciales fuentes de financiamento de la oposición. Por la discreción en la asignación de divisas, las amenazas de expropiación, el uso del principal órgano tributario como herramienta de retaliación política y tantos otros mecanismos de intimidación y compra de lealtades, muchos empresarios no quieren tomar el riesgo de darle dinero a la alternativa democrática. Más aún: muchos están dispuestos a financiar al gobierno a cambio de favores, como ha salido a relucir en casos como los de Walid Makled y Antonini Wilson. En teoría las alcaldías y gobernaciones podrían hacer lo mismo que Chávez y utilizar recursos públicos para la campaña presidencial. Pero esta opción tiene fuertes limitaciones porque el gobierno ha esquilmado sus presupuestos. El ejemplo de la alcaldía Metropolitana es ilustrativo. Desde 2008, cuando Antonio Ledezma tomó posesión del cargo, hasta el día de hoy, su presupuesto se ha reducido por más de la mitad.
Ante este panorama es fácil desmoralizarse y concluir que todo está perdido: el David opositor no puede aspirar a competir contra el Goliat del oficialismo. Pero no hay que caer en esta trampa porque la alternativa democrática también tiene poderosas corrientes a su favor. La primera es la incompetencia del gobierno. La economía de Venezuela padece graves problemas, con una escasez que no se ve en ningún otro país del hemisferio y con una inflación que es la más alta del mundo después de la de Etiopía, ambos problemas que el gasto masivo de este año no van a ayudar a solucionar y que disminuyen el impacto de los programas sociales. Los apagones se han vuelto comunes en varias regiones del país por el serio deterioro del sistema eléctrico nacional. Los entramados hospitalario y penitenciario están en la ruina. Y la crisis de inseguridad tiene también la penosa distinción de ser una de las peores del planeta. En los trece años que lleva Chávez en el poder los homicidios se han triplicado, superando los 15 mil en 2011. En todos los países europeos juntos no hay tantas muertes violentas cada año.
A esto hay que sumar otro factor, evidente ayer en el optimismo, la emoción y el aguerrido espíritu de lucha con que alrededor de tres millones de venezolanos acudieron a las urnas. La oposición nunca ha estado mejor y el gobierno nunca ha estado peor. Los avances y la radical transformación de la alternativa democrática en los últimos años han sido extraordinarios desde cualquier punto de vista.
El primer gran logro fue la derrota de la abstención y la adopción de una estrategia de participación electoral y lucha por espacios institucionales. En el momento muchos se opusieron de buena fe a la adopción de esta estrategia, argumentando con algo de razón que las trampas y el ventajismo del gobierno desnivelaban el terreno electoral al extremo de convertir cualquier elección en una farsa cuyo único valor era legitimar al gobierno. Pero esta estrategia, que reconoce el ventajismo y la trampa pero asume que no obstante siguen habiendo aperturas para reconquistar espacios en las estructuras de poder que le permiten a la oposición aumentar las posibilidades de acorralar al presidente y obligarlo a aceptar una transición pacífica de poder, ha sido reivindicada por la historia. Pocas dudas quedan hoy de que sin las gobernaciones, las alcaldías y los curules parlamentarios que reconquistó o preservó la oposición en las elecciones de 2008 y 2010, las posibilidades de triunfo del ganador de ayer, Henrique Capriles Radonski, fueran mucho menores. Sigue siendo cierto, además, que los que se oponen a esta estrategia no ofrecen una mejor alternativa pacífica.
El segundo gran logro de la oposición ha sido la construcción de la Mesa para la Unidad Democrática, una plataforma que agrupa y coordina los esfuerzos de docenas de grupos y partidos que se oponen a Hugo Chávez. Los beneficios de forjar una unidad opositora van más allá de la selección de candidatos unitarios que eviten la fragmentación del voto antichavista entre varios candidatos. En palabras del columnista Alonso Moleiro la Mesa de la Unidad ha logrado en apenas dos años “tener un comando político; consolidar una dinámica unitaria funcional; crear instancias organizativas con capítulos técnicos; alinear instancias directivas unitarias estadales y regionales; establecer reglas uniformes por todos respetadas; ubicar las decisiones trascendentes en el calendario….y trazar acuerdos programáticos de amplio espectro.”
Este último punto hay que subrayarlo. Algunos comentaristas han lanzado críticas cáusticas al programa de gobierno de la MUD, algunas muy válidas. Pero no hay que perder la perspectiva. Este programa es el resultado de un descomunal esfuerzo de coordinación y organización en el que se crearon 25 equipos especializados y se convocaron a cientos de los expertos más reconocidos del país. Y la MUD, además, no espera que Capriles se adhiera cien por ciento a todos los aspectos del programa si gana las elecciones en octubre.
Lo que si se espera de todo el liderazgo opositor es que siga fuertemente comprometido con la unidad y la inclusión. Después de todo, fue el esfuerzo de concertación de todos los partidos de la MUD el principal responsable de la fiesta democrática que colocó ayer a Capriles en la posición honorable que ahora ocupa, líder unitario opositor con posibilidad de dirigir una transición por la cual han trabajado activamente, durante años, más de una docena de partidos políticos y decenas de miles de luchadores venezolanos de diversos signos y colores. En su discurso de victoria Capriles pulsó las teclas correctas, reconociendo con grandeza de espíritu el trabajo, el valor y el talento de sus adversarios en las primarias, y enfatizando que en la unión opositora está la fuerza. Si “hay un camino” para derrotar a Hugo Chávez y luego navegar las agitadas aguas de la transición, creo que ese es.
Datos relevantes:
- Venezuela’s Chávez facing an uphill battle, Jackson Diehl.
- Detalles sobre la deuda a China, El Nacional (22 de febrero 2012).
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