No es arte totalmente abstracto, porque el mundo objetivo -el agua, los nenúfares, los reflejos de la luz, etc- son reconocibles. Pero podría decirse que Monet camina sobre una cuerda muy delgada, donde a cada paso corre el riesgo de desbarrancarse hacia el arte abstracto.
Por eso no sorprende que artistas como Rothko hayan sido grandes admiradores de Monet. Es fácil ver -como lo demuestra una excelente exhibición en el Thyssen-Bornemisza- que una línea conecta esos cuadros de Monet (y también los de J.M. Turner -a quien Monet admiraba) con el arte de Rothko, Richter o Pollock.
No siendo un gran fanático de los impresionistas, ni mucho menos del arte abstracto, soy un gran admirador de los cuadros casi abstractos de Monet. Esto puede sonar como una contradicción, pero no lo es. Porque lo que me llama la atención y me conmueve de esos cuadros es que la intención de Monet sigue siendo pintar lo que ve. La abstracción no es un fin en sí mismo, sino el resultado de un obsesivo deseo de capturar mejor esa realidad furtiva, cambiante y escurridiza que tenía frente a sus ojos. Transponer a la tela de una manera más convincente la metamorfosis del mundo en función de los cambios de luz.
Esa meta imposible Monet no la alcanzó, pero en sus cuadros “abstractos” se acercó mucho.
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