Lunes, 7 de noviembre de 2011
El padre Alejandro Moreno es un hombre de 77 años, con una barba blanca de viejo sabio. La oficina-biblioteca donde me recibe queda en el Centro Juvenil Don Bosco en la Rómulo Gallegos y está atiborrada de documentos y libros, con amplias secciones de filosofía, derecho y ficción.
Ya en el teléfono me había dado cuenta que no es muy cortés; no dice adiós sino tranca y cuando atiende siempre lo hace como si lo estuvieran interrumpiendo en una labor importante. Pero el padre Moreno es una de las personas que más sabe sobre la vida en los barrios y la violencia en Venezuela. No sólo ha escrito sistemáticamente sobre estos temas durante buena parte de su vida, sino que lo hace, además, desde una perspectiva privilegiada. Desde hace 32 años el padre Moreno vive en el barrio San Isidro en Petare.
Algunas de sus observaciones:
“Los malandros buscan respeto, prestigio, en su propio entorno social. Buscan que los demás los estimen y piensan que eso lo logran a través del sometimiento de los demás. Para muchos niños el malandro es el modelo de éxito en los barrios.”
“Casi siempre hay un malandro mayor en el barrio. Es el malandro que ha adquirido el predominio, el que tiene control sobre el grupo más agresivo del barrio. Él impone normas, impone orden. Él se asegura que nadie asalte a la misma gente del barrio, por ejemplo.”
“Yo me siento segurísimo en San Isidro. Ahí la gente está segura, excepto en los momentos cuando se enfrentan dos grupos. O si los malandros piensan que uno está delatándolos. Los malandros no pueden hacer daño en su comunidad porque, de lo contrario, pierden el lugar donde refugiarse y vivir. Necesitan el apoyo de la comunidad.”
“El porcentaje de malandros en los barrios es muy bajo. La mayoría es gente decente, que tiene familia y trabaja para mantenerla. El problema es que el malandro tiene un poder destructor muy grande.”
“Muchas veces, cuando matan a alguien, algún miembro joven de la familia de la víctima se venga. Pasa en la mitad de los casos. Y, una vez que mata, esta persona se daña. En este sentido la violencia es un círculo vicioso. Si hubiese alguna garantía de que a través del Estado se pudiese hacer justicia, esto no pasaría. Pero el Estado no hace nada y por eso se llega a estos extremos. Cuando alguien mata, se esconde por un tiempo y ya.”
“El agua nos llega por tubería, pero una vez cada veinte días o cada ocho o cada treinta. Es irregular. Llega el agua y la gente la almacena, en pipotes, depósitos, etc. Si se acaba a veces se consigue que venga una camión, una cisterna y se compra. Otras veces hay que comprar agua en botellones. Y otras veces hay que presionar mediante protestas, cerrar carreteras. Esto es el pan de cada día, estas protestas….¿La basura? Bueno, ésta debería recogerse todos los días, pero a veces pasan una semana sin venir los camiones. Y entonces los perros rompen las bolsas, comienzan los olores, etc.”
“Los consejos comunales del barrio trabajan para ellos, no para la comunidad. En San Isidro hay como siete consejos. No sabemos que hacen. Sabemos que reciben dinero pero no se ve ninguna labor.”
“En San Isidro fracasó el Barrio Adentro. Nosotros siempre tuvimos un dispensario. Pusieron el Barrio Adentro en vez del dispensario y fracasó. Ahora restablecieron el dispensario. Pero en esa operación de cambiar el uno por el otro se perdieron dos años.”
“No hay mucha discusión política en los barrios. Públicamente no hay mucha discusión. No es que la mayoría no esté interesada en la política, pero no se manifiesta públicamente.”
“Los pobres ya han hecho todo lo que pueden hacer para mejorar sus vidas en el barrio. Invierte lo poco que tiene en mejorar su casa, etc. Pero hay cosas que ellos no pueden hacer. Ellos no pueden romper la calle si se daña una tubería. No tienen camiones de basura. Lo que ellos pueden hacer para mejorar su vida, ya lo han hecho. Créame.”
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