Martes, 22 de enero de 2012
Para mí siempre ha sido terriblemente simplista decir que los que votan por Chávez votan por dictadura, en contra de la separación de poderes, por las opacidad en el manejo de recursos públicos, por el uso de la violencia como instrumento político, etc, etc.
Nadie descarta que hay un sector de cínicos que vota de esa manera, quizá anteponiendo sus propios intereses económicos al bienestar del país.
Pero hay otro sector donde la situación es más compleja.
Tomemos el tema del Estado de Derecho y la separación de poderes.
He estado leyendo los dos volúmenes que escribió el padre Alejandro Moreno sobre el tema de la delincuencia en los barrios de Caracas. La oceánica investigación básicamente consiste en largas entrevistas a malandros o ex malandros seguidas de reflexiones y conclusiones del equipo de académicos sobre esas conversaciones. Lo narrado por los malandros ocurre antes de 1998.
Basta leer unas cuantas entrevistas para concluir que los malandros viven fuera del Estado de Derecho; en un país donde los jueces, fiscales y policías -cuando aparecen- son simplemente una parte más del ecosistema delincuencial. Y lo peor es que para el malandro este parece ser el orden natural de las cosas. Hay policías que son más decentes que otros, pero como también hay malandros que son más decentes que otros. El malandro juzga a cada persona como individuo. Nunca parece conectar la corrupción de un juez o la brutalidad de un policía a fallas sistémicas o institucionales que pueden ser corregidas mediante políticas inteligentes. El mundo es como es.
Ahora bien, ¿qué resonancia puede tener en este sector de la población las críticas a Chávez por su irrespeto a la separación de poderes o al Estado de Derecho? Muy poca. ¿Y qué relevancia tiene esta discusión en su mundo? En realidad, mucha. Pero no se les puede culpar por no hacer fácilmente esta conexión.
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