Martes, 22 de junio de 2010
No puedo negar el desagrado que sentí con la rueda de prensa de los banqueros de Víctor Vargas y Juan Carlos Escotet a raíz de la intervención del Banco Federal. Es cierto que, técnicamente, es difícil defender al Federal. Pero ¿pretender divorciar de su contexto la decisión del gobierno de intervenir el banco? ¿Cómo pudieron los banqueros desvincular el asunto del Federal de la órden de detención de Zuloaga, la amenazas a la libertad de expresión y la progresiva y gangsteril destrucción del sector privado por parte del gobierno?
Eso fue lo que me desagradó de la rueda de prensa.
Aunque, al mismo tiempo, reconozco que Vargas y Escotet confrontan un difícil dilema moral, resumido por el columnista de El Universal, Miguel Santos:
El problema está en cuál es la alternativa. El Banco Federal no está en una posición que sea fácil de defender desde el punto de vista técnico. [Vargas y Escotet] han podido decir algo acerca de la modalidad (puertas cerradas) o referirse al momento político. De haber sido así, Chávez hubiese enviado un frente “institucional” (un contrasentido) a aplanar a la banca privada. ¿Qué hubiésemos ganado con eso? ¿No hay allí miles de puestos de trabajo – además de depósitos – que vale la pena defender hasta el final?
Entonces surge alguien y dice: Y bueno, ¿no los van a aplastar de todas formas? En los lineamientos del Congreso del PSUV el 24 de Abril, ¿no está prevista ya la “eliminación de la plusvalía” y de los “mecanismos de financiarización (sic)” que amplifican el poder del capital? ¿No es ésta, acaso, apenas una etapa más del proceso de estatización de la banca? La rentabilidad del sistema ha caído de 34% a 14% en cuatro años, un par de regulaciones más y se aproximará a cero, y entonces, ante las quejas de los pocos bancos que queden en pié, se procederá a estatizarlos. ¿Y entonces? ¿Es mejor esperar y aguantar hasta ese día, a ver “si pasa algo” que cada vez es menos probable, o hacer un frente común ante el paso atropellado de la aplanadora comunista?
Santos -que confiesa no tener respuesta a estas preguntas- dice que “está claro hacia dónde vamos.” Y en el mismo artículo dice “la estrategia de ignorar al caído y seguir adelante por el tiempo que a cada uno el gobierno le tenga pautado hasta aquí ha reportado pocos resultado.”
Y luego, al final, su pregunta: ¿Es mejor esperar y aguantar a ver “si pasa algo” que cada vez es menos probable, o hacer un frente común ante el paso atropellado de la aplanadora comunista?
Para mí la respuesta a este difícil dilema está en su mismo artículo.
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