Domingo, 6 de abril de 2014
David Simon sobre la influencia de la tragedia griega en The Wire:
[We’ve] ripped off the Greeks: Sophocles, Aeschylus, Euripides. Not funny boy—not Aristophanes. We’ve basically taken the idea of Greek tragedy, and applied it to the modern city-state. [. . .] What we were trying to do was take the notion of Greek tragedy, of fated and doomed people, and instead of these Olympian gods, indifferent, venal, selfish, hurling lightning bolts and hitting people in the ass for no good reason—instead of those guys whipping it on Oedipus or Achilles, it’s the postmodern institutions . . . those are the indifferent gods.
¿Cómo se traduce esto en la práctica?
Pongamos un ejemplo.
Una de las tesis disueltas en The Wire es cómo el uso y abuso de estadísticas (“stat games”) ha destrozado el departamento policial de Baltimore, privilegiando el número de arrestos por delitos menores sobre las investigaciones y el trabajo policial enfocado en criminales cuyas actividades causan mayores daños a la sociedad. ¿Por qué ocurre esto? Porque los alcaldes necesitan mostrar a sus electores que el crimen está bajando para ser reelectos. Y por eso necesitan aumentar el número de arrestos. Es más fácil aumentar el número de arrestos si uno se enfoca en delitos menores. El alcalda gana votos, pero la ciudad pierde en seguridad.
La policía está llena de agentes que desean hacer lo correcto. Pero estos agentes aran contra un mar de ineficiencia institucional. Su buena voluntad es asfixiada por esta y otras poderosas dinámicas e inercias burocráticas; esas fuerzas institucionales que para David Simon y Ed Burns son los equivalentes modernos de los “dioses indiferentes” de las tragedias griegas.
The Wire, pues, tiene una visión terriblemente pesimista. No son individuos los que se corrompen y delinquen corroyendo la esencia del sistema democrático. Es el sistema mismo el que parece condenado sin remedio.
Pero ¿es este pesimismo justificado? ¿Son tan poderosos estos “dioses indiferentes”?
No pareciera:
En 2010 el crímen en Estados Unidos llegó a su punto más bajo en cuatro décadas. Y el estado de Maryland, donde queda Baltimore, no es una excepción:
¿Y qué factores motivaron esta caída del crimen? Uno importante es el mejor y más eficiente uso de estadísticas. La tecnología ha facilitado avances asombrosos en la recopilación y el procesamiento de datos. Y, como me dijo Gary LaFree, los mejores sistemas de recolección de datos y los novedosos programas para visualizarlos en el espacio, han asistido enormemente el patrullaje de “punto calientes” donde se concentra la mayor criminalidad. De hecho, no es una exageración decir que estos avances han revolucionado -y no meramente reformado- la actividad policial.
Entonces tenemos dos realidades. La presión (democrática) que se ejerce sobre los políticos para mostrar resultados rápidos combinada con la creciente disponibilidad y capacidad de recopilar estadísticas puede crear incentivos burocráticos perversos como los que muestran Simon y Burns en The Wire. Pero al mismo tiempo el crimen ha caído significativamente. Y esta caída se explica en parte por el mejor y más amplio uso de estadísticas pero también por una capacidad de las instituciones estadounidenses para reinventarse y reformarse a sí mismas sin la cual la violencia jamás hubiese disminuido a los actuales mínimos históricos.
La policía como institución en Estados Unidos no es un buen ejemplo de esos “dioses indiferentes” contra los que es inútil rebelarse. Al contrario, es un ejemplo inspirador de que estos dioses no son omnipotentes. A veces pueden ser derrotados por esos humanos a los que vapulean, corrompen y confunden.
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