Miércoles, 24 de julio de 2013
Ya escrito antes sobre esto, pero creo que puedo hacerlo mejor.
Julio Cortázar, ya viejo, solía decir que cada día escribía peor. En cierto sentido, tenía razón. Lean con cuidado el muy famoso (y muy corto) capítulo 7 de Rayuela. Miren la lógica inconsistente detrás de las comas y los puntos; la descuidada repetición de palabras (“boca,” “cerca,” “pelo”); su estilo torpe e ineficiente; el desorden oral de sus ideas. Desde cierta perspectiva, el capítulo está muy mal escrito.
Pero diciendo que “cada día escribía peor” Cortázar no necesariamente decía que era un mal escritor. Sugería que a veces, para poder recrear persuasivamente una situación (en este caso una escena muy íntima), debía romper las amarras del uso tradicional del lenguaje. Y eso, en este caso, implica relajar y distender principios lógicos de la redacción y el orden de ideas con la aspiración de crear, mejor que con una prosa tradicional, la ilusión de intimidad.
Muchos escritores se van de cabeza con estos experimentos. Pero, en este caso, Cortázar “escribió mal” una página memorable:
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