Jueves, 17 de diciembre de 2009
Disidentes en Cuba han estado denunciando un alarmante incremento de la represión política. En las manifestaciones que se realizaron en el marco del Día Mundial de los Derechos Humanos (el 9 y 10 de diciembre), hubo al menos 80 detenciones ilegales a lo largo del país, además de varios ataques violentos contra disidentes.
Ayer el activista y disidente cubano, Juan Carlos González Leiva, me contó por teléfono que la ola represiva era la peor que había visto en sus quince años de activismo. Otro notorio disidente, Elizardo Sánchez Santa Cruz, le dijo algo similar a El Nuevo Herald.
Mi pregunta es ¿dónde está Insulza? ¿Dónde está el Insulza que, inmediatamente después del golpe en Honduras, salió a defender la democracia como un vaquero de Hollywood, saltando de un país a otro con asombrosa rapidez y agilidad?
¿Por qué hace apenas cuatro o cinco días, en un seminario organizado por la OEA y el PNUD en Montevideo, no hizo siquiera mención a esta ola represiva a pesar de que el tema de Cuba se tocó? ¿Le dio acaso un ataque repentino de ceguera?
¿Y dónde está Zapatero, Lula, Bachelet y otros líderes de la izquierda democrática que tan fuertemente se han pronunciado en el caso de Honduras?
¿Y dónde están los intelectuales, académicos y centros de estudios “progresistas” de Estados Unidos y América Latina que, a cada rato, sacan comunicados o firman cartas de indignación criticando a la administración Obama por no levantar el embargo a Cuba o por aceptar los resultados electorales de las elecciones en Honduras? ¿No son estos actos represivos dignos de las más fuertes y enérgicas denuncias?
Ayer, al final de nuestra conversación, Juan Carlos González Leiva me dijo -casi a manera de posdata- que el régimen cubano, a través del Instituto de Vivienda, le había revocado su permiso de residir en La Habana, ciudad donde vive. ¿La razón? No sabe todavía. El gobierno no ha tenido siquiera la decencia de acusarlo de “peligrosidad.”
Para los que no lo saben, Juan Carlos es ciego.
Pero de verdad.
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