Viernes, 24 de mayo de 2013
Paul Krugman hace dos observaciones que he estado varias veces por hacer.
Michael Kinsley y Charles Lanes escribieron columnas defendiendo las políticas de austeridad que inmediatamente fueron desmenuzadas por otros comentadores, incluyendo Krugman, por su descuido y falta de rigor.
Sobre el incidente, Krugman dice:
Whence cometh this epidemic of sheer sloppiness?….I’m not really sure, but in these cases I suspect it has a lot to do with the famed TNR/Slate premium on being “counterintuitive”, which in practice meant skewering supposed liberal pieties. (Kinsley himself joked that TNR should be renamed “Even the liberal New Republic”). And I find it curious that my own position in the discourse has undergone a kind of quantum tunneling: I seem to have transitioned from unserious pariah, unbeliever in the church of SimpsonBowles, to authority figure whom one can burnish one’s counterintuitive credentials…
No me ensañaría con TNR y Slate por este “premium,” es decir, esta filosofía de muchos editores de premiar o darle puntos a los columnistas por desafiar la sabiduría convencional. Pero sí he notado este defecto en muchas publicaciones.
¿Por qué es un defecto? Porque el resultado de esta sobrevaloración de los argumentos ‘contracorriente’ resulta, a veces, en una frivolización de asuntos sumamente importantes. La originalidad se convierte en el valor supremo y la materia en sí se convierte en un pretexto para figurar o ser original. Algo mezquino y moralmente superficial cuando un debate tiene consecuencias reales y directas en la vida de millones de personas.
If you went back through all the clever counterintuitiveness of past years, you’d find that a lot of it was every bit as sloppy and ill-informed as what we’re seeing now. The difference is the existence now of a policy blogosphere (in economics, of course, but in a number of disciplines too), which makes bluffing harder. In the past grotesquely ill-informed articles on, say, the Clinton health plan could sit out there for years, with only a handful of specialists aware of just how bad they were; now the pundit emperor’s nakedness is all over the web within days if not hours.
Es decir, el sistema de fiscalización de ideas y argumentos funciona hoy mucho mejor gracias a los blogs. Si alguien dice algo estúpido, errado o inexacto, las posibilidades de ser descubierto y corregido son mayores. Aquí un ejemplo.
No todo es tecnología, sin embargo. Por ejemplo, la blogósfera económica de EEUU se caracteriza por un sistemático choque de ideas y argumentos, y un escepticismo y casi desprecio por la autoridad intelectual que a mí me parecen sanos.
Más que desprecio por la autoridad, yo diría encumbramiento de la razón sobre las credenciales, el prestigio, la reputación y el pasado de una persona en general.
¿Tenemos eso en América Latina y el mundo hispano?
No mucho. La autoridad intelectual está frecuentemente rodeada por un aura casi religiosa. Está ahí para ser admirada, respetada y cortejada, no cuestionada. La reputación blinda los argumentos y la gente confunde el choque de ideas con los malos modales. Todo esto empobrece el debate público.
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