Lunes, 17 de mayo de 2010
Un porcentaje significativo de la población (entre el 35 y 55 por ciento, dependiendo de la encuesta) dice que no apoya ni a Chávez ni a la oposición, los famosos Nini.
“Chávez es malo, pero la oposición es igual de mala.” “La oposición se opone pero no propone.” “Con una oposición así nos merecemos a Chávez.”
No se cuántas veces he escuchado estas frases en boca de un Nini. Y esta actitud, por varias razones, me parece injusta, cómoda e irresponsable.
En primer lugar, los Nini no parecen comprender que en la democracia muchas veces se elige no al candidato ideal sino a la mejor opción, que muchas veces es el menos malo. O, dicho de otro modo, se elige al mejor entre las opciones que se tienen. Cuando el Nini decide no apoyar a nadie, en el fondo está apoyando al statu quo. Porque, no tomando partido, beneficia más al gobierno que a la oposición. En este punto las encuestas son muy claras: obligados a votar, la amplia mayoría de los Nini votaría por la oposición.
En segundo lugar, los Nini, quizá inconscientemente, han somatizado el discurso de Chávez que reduce la oposición a una masa homogénea, un cogollo, un grupete excluyente e incompetente de no más de diez o doce personas. Pero lo cierto es que la oposición es un muy diversa y abierta, que incluye a personajes tan disímiles como Teodoro Petkoff y Oswaldo Álvarez Paz.
A diferencia del gobierno, los liderazgos de la oposición no son fijos. Ledezma, Pérez Vivas y Pablo Pérez hace no mucho eran figuras marginales. Carmona, Carlos Ortega y Rosales ya no figuran. María Corina Machado dejó de existir y revivió hace poco gracias a un éxito electoral. Hay varios liderazgos que ascienden silenciosamente como el de Carlos Vecchio.
A mí, en particular, me gusta mucho más Ocariz que Barboza. Prefiero a Ledezma que a Salas Feo. Y veo un oceano de diferencia entre Ismael García y Henry Ramos.
Considerando esta diversidad y naturaleza proteica de la oposición, decir que “Chávez es malo, pero la oposición es igual de mala” me parece no sólo incorrecto, sino un groteca simplificación; una idea floja, perezosa, extremamente peligrosa. Quizá la idea más autodestructiva que circula ahora en Venezuela.
Por último, los Nini -que, como ya dije, son mayoritariamente de tendencia opositora- deben entender que no estamos en Inglaterra, donde no tomar posición no entraña la posibilidad de un cambio sistémico en el país. En Venezuela está en juego la democracia. Un bando tiene un proyecto claramente totalitario. El otro está conformado por muchos líderes con probadas convicciones democráticas. En otro país ser Nini es un lujo irresponsable, pero no grave. En Venezuela no tenemos ese lujo.
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