Viernes, 30 de noviembre de 2012
Arias Cárdenas es el ejemplo emblemático, pero él no es el único que ha dado un giro casi inexplicable en sus “convicciones.”
Como sabemos, el actual candidato a la gobernación de Zulia se lanzó contra Hugo Chávez en las elecciones del 2000, después de haber sido su cercano aliado. En esa época lo acusó de asesino. Y a muchos periodistas les habló de los increíbles defectos de la personalidad del presidente, de los que tenía un profundo conocimiento por haber estado tan cerca de él durante muchos años.
Digamos que Arias sabía de qué estaba hecho Chávez.
Pero luego vino un giro casi inexplicable en 2006, cuando Arias decidió volver al redil y asumió la embajada de Venezuela ante la ONU. Muchos, con razón, dudan de la sinceridad de este radical regreso a los orígenes.
Además de Arias, otros personajes han dado giros que acarrean una pérdida total de su reputación. Uno de los ejemplo más recientes es William Ojeda, cuyo salto de talanquera hasta provocó las burlas del Partido Comunista.
La explicación más común a estos giros es decir que el gobierno se ha dedicado a comprar voluntades. Pero ¿cómo saber si no hay también, en algunos casos, amenazas y extorsión? ¿Cómo sabemos que no los han amenazado con montarle un juicio o con meter preso a una hija por un negocio corrupto?
Hoy El Nuevo Herald publicó un reportaje en el que revela que el gobierno utiliza los organismos de seguridad del Estado para elaborar informes de inteligencia de dirigentes regionales opositores y chavistas con datos que van desde amistades e inclinaciones políticas hasta finanzas personales y la orientación sexual.
Uno se pregunta para qué necesitan conocer la orientación sexual de estos dirigentes.