Héroes silenciosos

Viernes, 24 de junio de 2011

Theresly Malavé

En Venezuela hay personas que fuera de la luz pública, sin ninguna ambición política ni sed de fama o reconocimiento público, hacen un trabajo de hormiguita que, aunque muy valioso, es pesado, frustrante y muchas veces no remunerado.

Son los activistas y abogados que van a las cortes para ver si, por una combinación de constante presión y algo de suerte, logran filtrar pequeñas dosis de justicia a través de un aparato judicial totalmente politizado.

O los que se reunen con los familiares de los presos de El Rodeo, los escuchan, documentan sus historias y publican informes con la esperanza de que, poco a poco, su trabajo, unido al de muchos otros, resulte en al menos pequeñas reformas.

O los que no se olvidan de los presos políticos, y el sufrimiento de su familias, y siguen luchando empecinadamente para que salgan en libertad o al menos para que se respeten sus derechos dentro de la cárcel.

Son los personajes relativamente anónimos que, con su labor organizativa, ayudan a explicar las victorias más importantes de la oposición de los últimos cuatro años, desde el referendo de 2007 a las regionales de 2008 a las legislativas de 2010.

Yo me he cruzado con varios, Theresly Malavé, Humberto Prado, Claudia Mujica, Karla y el señor Iwai, Carlos Nieto.

E, inspirándome en la tradición de Twitter, les mandó un #FF de admiración a todos ellos.

El Coliseo sigue

Jueves, 23 de junio de 2011

Muchas cosas ocurren en las cárceles venezolanas, pero la práctica de “El Coliseo” en la cárcel de Uribana en el estado Lara es quizá la más espeluznante.

Consiste en un combate que pretende evocar las antiguas luchas de gladiadores romanos.

Los reclusos se reunen en el patio de la cárcel en un círculo. En el centro los elegidos por la máxima autoridad penitenciaria (un preso) pelean con chuzos, mientras los otros observan, aplauden o esperan su turno para combatir y quizá morir.

El juego tiene reglas claras: no están permitidas las armas de fuego; las cuchilladas en la cara están prohibidas; sólo se puede atacar en los brazos, las piernas y el pecho.

“El ambiente es como el de una corrida de toro,” me dice Carlos Nieto, director de la ONG “Una Ventana para la Libertad,” quien han visto videos de esta práctica primitiva. “Solían ser los lunes o los miércoles en la madrugada, pero ahora creo que no tienen horario.”

Estas peleas, que se iniciaron en 2008, comenzaron como “entretenimiento,” pero luego se convirtieron en un mecanismo salvaje para ganar poder y dirimir conflictos (incluyendo meras deudas económicas). La participación no es opcional. Si el líder decide que un recluso debe pelear, a ese recluso no le queda sino obedecer.

Como la autoridades llevan años sin hacer nada, Carlos Nieto llevó el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que en noviembre de 2010 condenó la práctica e instó al gobierno venezolano a que tomara acción para que cesara.

Más de seis meses después, la práctica continua.

Más sobre este tema:

Indignada

Miércoles, 22 de junio de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Nota: Mirtha está publicando una columna en el suplemento Día D de 2001 que no está disponible en Internet (aunque ahora también la publica Prodavinci). Como somos buenos amigos, le propuse montarla en este blog. Lo aclaro porque nunca lo expliqué y varios lectores han indagado al respecto.

Elías Eljuri

Hace una semana conocí el resultado de la “Cuarta encuesta nacional de presupuestos familiares,” realizada por el Banco Central de Venezuela, el Instituto Nacional de Estadística, y otras instituciones… y estoy ¡indignada!

Primero, por lo obvio: la encuesta –difundida a comienzos de mes- dice que 96 % de la población realiza tres o más comidas al día… Y yo me pregunto: ¿cómo? Porque si me atengo a las noticias de desempleo y desabastecimiento, y a la cifra de inflación, que el propio Elías Eljuri, presidente del INE, reconoce como la más alta de América Latina, no encuentro cómo el venezolano promedio o de estratos bajos puede cumplir con los tres golpes diarios. A menos que, como cuenta Olivia –maestra en el oeste de Caracas- los encuestadores tomen como desayuno el guarapo y la galleta que muchos niños toman en la mañana, o el tetero de café instantáneo que le dan a algunos bebés –como me confesó un médico de Petare-; y de almuerzo, al PAE –Plan de Alimentación Escolar- que comen “desesperados” –palabra de la maestra- los alumnos del turno de la tarde que llegan al aula sin comer, y que consiste en cachito, o quesadilla, o acemita o arepa con queso (en el mejor caso), acompañado de avena o jugo.

Mi molestia crece cuando en el capítulo sobre el consumo de productos durante el último mes, leo que 94 % come carne; 75 %, pescado y 91% toma leche. ¿Se referirán a que se ingirió carne, pescado o leche por lo menos una vez en el último mes? ¿Cuenta una lata de sardinas o una empanada de pellejo cada treinta días? Yo acepto que el pollo pueda ser lo que más se coma, porque es casi la única proteína animal que se consigue en los abastos, pero ¿carne?… O es mentira que la gente se la pasa zanqueando la información de dónde llegó el bistec, para comprar lo que sea (pulpa, lagarto, chocozuela) porque no hay que andar con exquisiteces. Si es que hace poco anunciaron que comenzó a racionarse: en los supermercados el límite va de tres a cinco kilos per cápita; pero en mercados, como el de Quinta Crespo, venden un kilo de carne por cliente.

Y en relación al pescado: quién acepta que tres cuartas partes de los venezolanos lo consuman normalmente. Con las carreteras cayéndose por todos lados: ¿cómo llega pescado a Mérida, por ejemplo?

¿Y lo de la leche? Que hay que perseguirla. Y el eufemismo de que ahora se opta por comer más sano y se lleva la vianda al trabajo (87% come en casa). Aquí, solo puedo repetir la opinión de Trini:

-Lo que me llama la atención es la manera que tienen para convertir en logro la falta de consumo en la calle, como si la decisión de no gastar en restaurantes fuera por convicción nutricional y no por falta de real. Un almuerzo en un sitio barato del centro cuesta en promedio cuarenta bolívares diarios; y el bono alimentario, el mayor, es de treinta y cinco. Es el bolsillo y no el comer “sano” lo que está determinando los nuevos hábitos que enorgullecen a nuestras autoridades.

Ojo: y no hablé de masa corporal, ni del supuesto 80% que no toma alcohol, ni de que la encuesta fue hecha entre 2008 y 2009.

La clase media y el futuro de Venezuela

Martes, 21 de junio de 2011

¿Son las clases medias fuente de inestabilidad política?

Hace cuarenta años, en su libro El orden político en las sociedades de cambio, Samuel Huntington respondió afirmativamente a esta pregunta.

Observando la inestabilidad política que sacudía a los países en vías de desarrollo durante esa época, Huntington se dio cuenta que los crecientes niveles de desarrollo económico y social no resultaban en suaves transiciones hacia la democracia, sino acarreaban golpes de Estado, revoluciones y tomas del poder por parte de los militares.

La razón de esta inestabilidad, según Huntington, era la brecha entre las expectativas de un pueblo que había alcanzado recientemente niveles más altos de educación y mayor poder económico, y el sistema político existente, que no ofrecía caminos para la participación política.

Los pobres, decía, rara vez dirigen ataques contra el orden político existente.

Con la Primavera Árabe estas observaciones de Huntington han ganado vigencia.

En Túnez y Egipto las protestas no estuvieron dirigidas por los pobres o por grupos fanáticos islamistas, sino por jóvenes educados de la clase media.

Y ambos países han registrado notables avances en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU durante las últimas dos décadas.

Modulemos bruscamente a Venezuela. ¿Qué papel está jugando la clase media desafiando al actual orden político?

Un papel importántísimo, sin duda. Aunque hay tendencias preocupantes:

  • Más de un millón de venezolanos se han mudado al exterior desde que Hugo Chávez asumió el poder, la inmensa mayoría de clase media.
  • 215.023 venezolanos viven legalmente en Estados Unidos. Esta cifra aumentó en un 135 por ciento durante la última década.
  • La organización Venezuela American Citizens calcula que aproximadamente 100 mil venezolanos más residen ilegalmente.
  • 92 por ciento de los inmigrantes venezolanos mayores de 25 años son graduados universitarios (17,6 por ciento tienen postgrados).
  • Los venezolanos no sólo se mudan a EEUU. En Panamá, un país minúsculo con apenas 3,5 millones de habitantes, viven alrededor de 15 mil venezolanos. A principios de la década residían sólo 2 mil.

Preocupa que, si Chávez no sale en 2012, estas tendencias podrían reforzarse y el país volverse trágicamente estable.

Más sobre este tema:

  • “Retrato de una diáspora.” Reportaje de Adriana Rivera publicado el pasado domingo en El Nacional.  

La receta 2/3

Viernes, 17 de junio de 2011

El indispensable boletín bimensual de Gustavo Tarre sobre la actividad de la Asamblea Nacional analiza un anteproyecto de ley de medios alternativos cuyos detalles ignoraba:

[El anteproyecto] establece la redestribución del espectro en tres partes iguales: un tercio para los medios comunitarios, un tercio para los del Estado, y un terció para los privados. A su vez, amarra a los medios comunitarios al Ejecutivo por dos vías: la entrega de la concesión y la asignación de recursos…El artículo 8 de la propuesta de ley ordena a los medios comunitarios organizarse internamente de acuerdo con “los principios y valores democráticos, socialistas y humanistas” para operar. El artículo 14 los amarra a la pauta publicitaria de los organismos del poder público que deberán destinar 50 por ciento de su presupuesto de publicidad para anunciar en estos medios. Además, el artículo 13 crea un fondo institucional adscrito a la Vicepresidencia de la República, presidido por un representante del Estado, que manejará “una especie de situado constitucional cuyo montó se determinará oportunamente.”

Más que un proyecto de ley, esto parece una receta para politizar medios “legalmente” (y quien ideó la receta seguramente se enorgullece de las comillas).